"El cambio en Grecia se llama Syriza, en España se llama Podemos. La esperanza llega. Hasta la victoria Syriza-Podemos", gritó un enfervorecido Pablo Iglesias en el mitin final de la campaña electoral que aupó a la coalición de Alexis Tsipras al poder. Una arenga dirigida a los más de 10.000 simpatizantes congregados en la plaza Omonia de Atenas el pasado 22 de enero. La masa acogió con júbilo la proclama del eurodiputado y contestó con un lema de hermandad: "Syriza, Podemos, Venceremos...". Cinco meses después, el eslogan ha perdido fuerza y vigor tras estrellarse contra el muro de la realidad. El Gobierno griego se ha visto obligado a ceder ante los postulados de la Troika, cuando faltaban apenas dos pasitos para que el país heleno se precipitara por el abismo del grexit.
Tsipras ha perdido un tiempo precioso que ha deteriorado de manera grave las variables macroeconómicas del país heleno
Sin embargo, los socios españoles de Podemos han recurrido a su particular calidoscopio para extraer una imagen menos cruda, más piadosa, del recular de un Ejecutivo griego obligado a renunciar a sus ambiciosos planteamientos iniciales. Welcome to reality! Para Iglesias, su colega Tsipras ha retrocedido pero "muy poco" y ha conseguido un "buen acuerdo". De la dirección de Podemos no ha salido ningún mensaje crítico con los negociadores griegos, de modo que habrá que esperar a las reflexiones internas que produzcan los no alineados, los teóricos anticapitalistas. En Grecia, sin embargo, el ala más radical de Syriza ya ha tocado a rebato tras ver a su jefe plegarse a las directrices de la Troika, luciendo amplia sonrisa ante la prensa (en contraste con un cariacontecido Varoufakis), después del principio de acuerdo alcanzado, el que enmienda cuestiones clave de su ideario.
El paquete de reformas con el que Atenas busca desbloquear los 7.500 millones de euros que debe pagar al FMI el 30 de junio incluye, entre otras medidas, endurecer las prejubilaciones, retirar el complemento (entre los 57 euros y los 230 euros al mes) a las pensiones más bajas, retrasar la edad legal de jubilación (a los 67 años en 2025), subir las cotizaciones sociales, incrementar el impuesto de sociedades y aumentar el tipo intermedio del IVA (del 11% al 13%), limitando los productos en el más bajo. El Gobierno de Tsipras ha terminado aceptando medidas que en modo alguno cabían hace apenas una semana en su programa económico. Particularmente hirientes para los Syrizos son las decisiones relativas a pensiones e IVA, donde Atenas apenas dejaba antes espacio para el acuerdo.
¡Es lo que tienen los populismos, que no solo no resuelven nada, sino que agravan los problemas hasta hacerlos inmanejables!
Aunque está claro que Grecia no es España, Podemos sí ha insistido en mirarse en el espejo de Syriza. Aferrado a sus posiciones maximalistas, Tsipras ha perdido un tiempo precioso que ha deteriorado gravemente las variables macroeconómicas griegas, haciendo aún mas difícil la salida del país del agujero. ¡Es lo que tienen los populismos, que no solo no resuelven nada, sino que agravan los problemas hasta hacerlos inmanejables! ¿Aprenderá Pablito la lección? Difícil respuesta, por más que quepa esperar de Iglesias y los suyos una cierta moderación de planteamientos de aquí a las generales. En buena lógica cabría imaginar que la costalada de Tsipras fuera tenida en cuenta por los estrategas de Podemos, para no caer en promesas imposibles. No nos hagamos ilusiones. Populismo y lógica, populismo y sentido común, son términos antitéticos. La presión de las bases crece. Las voces que, por ejemplo, piden una Renta Básica Ciudadana Incondicional (645 al mes) se multiplican cada día. ¡Papá Estado proveerá! Hasta el huido exsecretario de Programa, Juan Carlos Monedero, es decidido partidario de esta prestación universal.
A Pablo Iglesias se le viene encima un problema. La necesidad que la cúpula de Syriza tiene de evitar el colapso del país plegándose a las imposiciones de la Troika, va a obligar a Podemos a alejarse, tan sigilosamente como le sea posible, de sus antaños entusiastas amigos griegos para no dejarse la credibilidad, no perder la virginidad, en el intento. No hace falta ser adivino, pero ha llegado el momento de empezar a marcar distancias. Tsipras, cuyo triunfo en Grecia del pasado enero quiere imitar Iglesias en España, anda empeñado en parecerse al célebre Pirro, el rey de Epiro, quien, tras valorar sus pérdidas en la batalla de Heraklea frente a las legiones romanas, sólo pudo entender así su destino: "Otra victoria como ésta y seremos destruidos". De momento, el líder heleno no ha conseguido ni una victoria pírrica. El "cambio" también se la envaina.