Si bien 2024 ha mostrado tendencias claras en el precio de muchos activos, y la mayoría de ellas han sido alcistas, ha tenido una alta volatilidad, demostrando que el nivel de duda es grande entre los grandes inversores y especuladores. Y por esto fuera poco, la victoria de Trump ha disparado no sólo la velocidad de los movimientos, también ha dejado vislumbrar unas divergencias geográficas que nadie hubiera supuesto que podían ser tan profundas. Lo curioso es que todo esto ha pasado a dos meses de su investidura, en un ejercicio de anticipación que aparenta ser muy precipitado.
El activo que ha recibido con más alegría la victoria de Trump es el bitcoin y el mundo cripto en general. Esa reacción sí ha sido universal, llegando la principal criptomoneda a rozar los 100,000$ por unidad de algo cuya primera transacción -en enero de 2009- fue realizada a 0,00076 dólares y que siguió valiendo centavos hasta 2011 que por vez primera se llegó al dólar, y que antes del resultado electoral cotizaba claramente por debajo de 70,000. ¿Por qué las criptos reaccionaron con tanta euforia a la victoria de Trump? Hay varias razones, entre las que destaca que prometió crear una reserva estratégica de bitcoin en Estados Unidos, aumentar la minería doméstica, proteger el derecho a la “auto custodia” y, algo que ya ha pasado porque ha dimitido él, el despido del presidente de la Comisión de Bolsa y Valores Gary Gensler, famoso por no ser “friendly” con estos activos, así como el nombramiento del nuevo Secretario del Tesoro (ministro de economía) Scott Bessent, que en una entrevista televisiva el pasado julio afirmo que “cripto es libertad”.
Quizás no la violencia del movimiento pero que el bitcoin reaccionaría al alza a la victoria de Trump estaba bastante descontado, y también que el dólar se fortalecería. Sin embargo, esto último ha provocado algo que pocos previeron y es un notable desacoplamiento entre los activos en euros y los activos en dólares, hasta el punto de que el resultado electoral ha provocado alzas en Wall Street y bajadas en las bolsas de la Eurozona, y subidas en la rentabilidad de la deuda emitida en los Estados Unidos y caídas en las del viejo continente, destacando, a nivel doméstico, los nuevos mínimos anuales del Euribor. Hay tres razones para explicar esto: las diferentes políticas monetarias (se descuenta que BCE seguirá bajando tipos mientras que la Fed frenará), la distinta evolución económica (Estados Unidos sigue creciendo desafiando las previsiones agoreras mientras Alemania, la principal potencia de la Eurozona, roza la recesión) y, por si estas dos no fueran suficientes, el aumento de la tensión en la guerra de Ucrania, que afecta mucho más, lógicamente, a Europa que a Estados Unidos.
Repunte de precios
BCE tiene un gran problema, si bien el “control” de la inflación (el IPC interanual ya está en la zona del 2% en la Eurozona) le permite bajar más los tipos de interés y sería apropiado para ayudar a los países con menor crecimiento (entre los que destaca la mayor economía europea), los anuncios de Trump de más aranceles y la subida del dólar pueden generar un repunte de los precios durante 2025. Lo primero porque los aranceles funcionan como un impuesto que pagan los consumidores y lo segundo porque necesitamos más euros para abonar nuestras importaciones, especialmente las de petróleo, desencadenando un aumento de costes que se trasladará a toda la cadena de producción. Y si BCE baja tipos y la Fed no hace lo mismo, por diferencial de tipos de interés, lo normal es que el euro se debilite todavía más.
En cuanto a la diferente evolución económica, aparte de ser evidente en el terreno macro, también lo es en el empresarial. Las mayores cotizadas de Wall Street pueden seguir presumiendo de crecimiento y beneficios récords, aupados sobre una tecnología que dominan, pasando por encima de las mayores compañías europeas, que en muchos sectores (los más dinámicos y de mayor valor añadido) se van quedando atrás y sufren de un mayor rigor, de todo tipo, en las normas. Si a esto sumamos que Trump prometió mayor desregulación y menores impuestos, se explica en gran parte que los inversores prefieran invertir a un lado que al otro del Atlántico. Otro tema es que acierten pero de momento, es lo que está pasando.
La geopolítica es un riesgo que a día de hoy es mayor para nuestro continente que para Estados Unidos porque en la televisión rusa se presume de los pocos minutos que tardarían sus armas en llegar a las capitales europeas
Y el tercer factor, la guerra de Ucrania, es también clave. Mientras en Estados Unidos hay un convencimiento (quizás exagerado) de que la guerra acabará en meses y así un gasto público a fondo perdido en ayuda militar se reconvertirá en inversiones por la reconstrucción para beneficio de algunas multinacionales, en Europa estamos alarmados por el aumento de las hostilidades, especialmente cuando se lanzan misiles de largo alcance y se pronuncia la palabra “nuclear”. La geopolítica es un riesgo que a día de hoy es mayor para nuestro continente que para Estados Unidos porque en la televisión rusa se presume de los pocos minutos que tardarían sus armas en llegar a las capitales europeas y eso tiene sentido que frene el apetito por el riesgo de los inversores.
En resumen, 2024 podría ser en el que falle el típico rally alcista de fin de año en Europa por los problemas que hemos narrado; mientras, Wall Street ha seguido marcando nuevos récords esta semana por lo que puede que, en su caso, se llegue a los últimos días de diciembre con el movimiento alcista ya agotado y más ganas de consolidar que de subir la apuesta. Con todo, en 2024 el Ibex, salvo catástrofe en las semanas que quedan, acumulará grandes beneficios por segundo año consecutivo, por lo que, con o sin acelerón final en diciembre, estamos ante un ejercicio muy positivo para la mayoría de las grandes cotizadas nacionales.