“Mi vocación de paleontólogo la definieron dos películas que vi de niño: El monstruo de los tiempos remotos y Godzilla. Japón bajo el terror del monstruo. Lo explica José Luis Sanz, miembro del equipo que hace 20 años descubrió al legendario Concavenator, el gran dinosaurio español, una especie única, autóctona, y conservada a la perfección, tras 125 millones de años fosilizado. “Allí me tienes, con diez años, en mi Soria natal, buscando fósiles en suelos jurásicos, como el Cerro del Mirón, o cretácicos, como la Sierra de Cabrejas o el Pico Fuentes. Todo empezó ahí”. Muchos años después, en 1983, Sanz y su equipo descubrirían en Teruel el Argosaurus, el primer dinosaurio español, y en 2003, en el yacimiento de las Hoyas, Concavenator, entre otros hitos de una trayectoria de más de cuarenta años.
El fósil tiene seis metros de longitud y corresponde a un animal que se estima pesaría unos 500 kilos. Puede parecer poco, teniendo en cuenta que un toro grande puede alcanzar esas dimensiones, pero hay que tener en cuenta que Concavenator era un carnívoro, ágil, muy veloz y con unos dientes increíbles. Esos otros dinosaurios de gran tamaño con los que el cine nos ha familiarizado son lentos fitófagos que se alimentan de hierba.
El hallazgo de Concavenator tuvo una gran repercusión internacional, especialmente a partir de 2010, cuando el equipo investigador publicó el hallazgo en Nature. Pero su condición de ejemplar único (no se conoce ninguno más de su especie, ni siquiera una pareja) debe ser situada en su contexto. “No es algo excepcional en el mundo de los dinosaurios hallar ejemplares de especies únicas y que no conocíamos. Lo relevante de Concavenator es su excepcional estado de conservación que nos permite saber incluso lo que había comido antes de morir. Además, nos permitió verificar por primera vez hipótesis”.
El gran dino español, que es el protagonista indiscutible del Museo de Paleontología de Cuenca, donde se le conoce como ‘Pepito’, lo es también del último documental de Víctor Matellano: El valle de Concavenator, un trabajo que establece una misteriosa y atractiva conexión con otro dinosaurio, esta vez ficticio: Gwangi, creado para la gran pantalla por Ray Harryhausen, el maestro de la stop motion (técnica de animación lograda filmando plano a plano). En 1969, Harryhausen situó las escenas prehistóricas de su película
, con un enorme despliegue de dinosaurios animados de todo tipo y condición, en la Ciudad Encantada de Cuenca, que era el Valle Prohibido de su película. 34 años después, cerca de allí, en el yacimiento de Las Hoyas, aparecía Concavenator corcovatus, un ejemplar que destaca por su peculiar cresta, de la que se ignora su función.
Dragones y dinosaurios
“La película se basa en la coincidencia, en un territorio muy próximo, si bien separados por el tiempo, de dos dinosaurios, uno ficticio y otro real. Yo no quería hacer un documental al estilo de National Geographic sino más bien reflexionar sobre el mito y la fascinación que envuelve a estas figuras”, explica Victor Matellano. Un mito alimentado en gran medida por el cine.
Un mito que se inicia con El mundo perdido, con animaciones stop motion del pionero Willis O’Brian, maestro de Ray Harryhausen, y que desemboca en el fenómeno mundial de la saga de Parque Jurásico, responsable de revivir la pasión por los dinosaurios. “Parque Jurásico hizo por la paleontología más que todos los profesionales juntos”, reconoce José Luis Díaz, quien recuerda cómo, poco tiempo después de estrenarse la película, se multiplicaba el número de alumnos matriculados en la carrera.
“Cené en una ocasión con Ray Harryhausen y no le gustó saber que era paleontólogo”, recuerda José Luis Sanz. “Le entiendo porque por entonces éramos muy estirados”. Hoy, en cambio, la inmensa mayoría han descubierto que el cine puede ser un extraordinario instrumento divulgador y ninguno se atrevería a mirar por encima del hombro a los creadores de películas.
Godzilla es la conexión entre dinosaurios y dragones, ya que echa fuego por la boca
Como curiosidad, Jurassic World. El reino caído, la penúltima entrega de la saga, que fue dirigida por Juan Antonio Bayona, incluye un fugaz homenaje a Concavenator, al que se muestra en una vitrina, de paso, aunque sin mencionarlo ni hablar sobre él.
“Me gusta comparar una expedición paleontológica con la búsqueda del tesoro. Somos buscadores de tesoros, pero nuestros tesoros son los fósiles, que no nos aportan dinero, sino información”, explica Sanz. Información para reconstruir como pudo ser la vida hace más de cien millones de años.
Pero El valle de Concavenator -que cuenta con la participación activa de Colin Arthur, un colaborador de Ray Harryhausen que ha trabajado más de cuarenta años en España- trata sobre todo del mito y eso nos lleva inevitablemente a la conexión entre dragones y dinosaurios. Una conexión que se hace explícita en Godzilla, un dinosaurio resucitado por una explosión nuclear que tiene el poder de lanzar fuego por su boca, como un dragón.
“Siempre he creído que el mito de los dinosaurios ha sustituido al de los dragones porque su iconografía es muy semejante y existe una conexión cultural evidente entre ambos”, explica el paleontólogo José Luis Sanz. Víctor Matellano añade que los dinosaurios son fascinantes porque representan la atracción del pasado, pero, al mismo tiempo, podemos verlos con la seguridad de que no son una amenaza real porque ya se extinguieron.
El Valle de Concavenator, que utiliza una sencilla estructura argumental para ir dando paso a los distintos elementos de su propuesta, se estrena el 28 de septiembre en las salas de cine tras haber pasado por varios festivales en el último año: Sitges, Mórbido Film Fest, Festival Internacional de Cine de Almería o el Festival Internacional de Cine Fantástico de Canarias.