Ahora que llega el momento apropiado, surge la oportunidad de leer o releer Canción de Navidad y ejercer la filantropía, solidaridad y caridad, propia de estas fechas. En este clásico de la literatura inglesa, Dickens nos presenta a Scrooge, el protagonista, como un personaje paradigmático. Es el máximo exponente de cómo no vivir la Navidad. Su avaricia, tacañería y egoísmo, contrasta con la bondad, generosidad y magnanimidad de su sobrino, Fred. No deja tampoco indiferente, ni mucho menos, Marley, su socio, que se ha arrepentido cuando ya era tarde, por la llegada del fin de su vida en la Tierra. Pero por lo menos tiene la decencia de dar una oportunidad, apareciendo fantasmagóricamente, mostrando sus cadenas fruto de sus pecados, a su viejo amigo y compañero de tacañería, Scrooge. Durante la historia aparece el Ejército de la Salvación, una oenegé de la época (que por cierto es real y existe todavía en la actualidad), que prepara lotes de comida y busca dinero para que los entierros de caridad sean decentes, indigentes o también llamados en la actualidad los sin hogar.
De los sin hogar habla largo y tendido Jorge Bustos en su última obra, Casi. Título que suena a adverbio, pero que además son las iniciales del Centro de Acogida San Isidro, que es el más antiguo y grande de España. En el libro muestra datos, como los 22.552 sin hogar atendidos en España por los centros de acogida de la red pública. Pero sobre todo narra historias personales de una realidad paralela invisible que es este colectivo, de alta mortandad; según cuenta la médico del centro, fallecen uno o dos al mes. Son personas con un pasado, a veces como el nuestro, otras no, del que no siempre hablan y que corren el riesgo de “institucionalizarse”, es decir de no alcanzar la autonomía necesaria para vivir su propia vida por su cuenta.
Una realidad igual de invisible que la que visibiliza Bustos, es la de Sin hogar pero con habitación, TV y móvil. Es un colectivo líquido que prolifera en nuestra sociedad. Nutrido principalmente de inmigrantes ilegales, que no tienen porqué haber caído en el alcohol o las drogas, pero que pagan un ojo de la cara por una habitación y viven anestesiados por la tecnología, con sus familiares. ¿Pero gozan de un verdadero hogar?
Un verdadero hogar es el lugar donde podemos volver todas las veces que lo deseemos, donde somos queridos tal cual somos y donde nos sitúan en nuestro lugar en la vida. El vehículo principal para mostrar el amor y recibirlo en el hogar es, sin duda alguna, la palabra. En el hogar nos espera la familia, que son las personas que nos aprecian, nos quieren como somos y generan con nosotros ese hogar. Los que no tienen un hogar son indigentes y vagabundean por las calles buscando una brizna de cariño. No pueden verbalizar fluidamente sus sentimientos y emociones porque no tenían quién les escuche y mendiguean una conversación, ya que la comprensión es una necesidad muy grande, que la familia y los amigos prestan. O instituciones como Casi, el Juan Luis Vives...
¿Pero son familias con hogar las que no tienen una vivienda digna? Pues no cabe duda que lo son, pero una casa con unas condiciones mínimas de espacio, comodidad y salubridad, permiten alcanzar la espiritualidad que necesita un hogar, un dulce hogar. A esta realidad se acercan muchas oenegés en estas fechas y durante todo el año, con la intención de ayudar a hacer verdadero hogar su familia, como Ayuda en Red y el Proyecto Angie de Amigos de Monkole.
La primera ayuda con comidas solidarias en comedores sociales y parroquias de Vallecas, Torrejón, Carabanchel... Un grupo de voluntarios elabora una cena de Navidad que sirva para transmitir el calor de hogar de esta fiesta. Para eso la oenegé presta parte del material y los voluntarios compran el resto y prestan su tiempo para organizar de la manera más profesional posible este evento de corte altruista y muestra de magnanimidad. Además consiguen 3500 regalos, donados por empresas y particulares, para personas con pocos recursos.
La segunda, con su acompañamiento y reparto mensual de la compra de comida, a familias de Barajas, Usera, Vallecas... desarrolla una ayuda para esas familias en riesgo de exclusión. Angie, es el nombre del proyecto, porque esta joven madre venezolana con ELA, que llegó a España en pleno confinamiento, fue la inspiradora y ejemplo a seguir para muchos. Ya que fue ayudada regalando su sonrisa y eso llevó a replicar esa ayuda a otras familias. Ambas oenegés se unen para un reparto de cajas de comida para la cena de Nochebuena a familias en riesgo de exclusión el 24 de diciembre por la mañana.
Los sin hogar con habitación a veces tienen más motivo para hacer un hogar cuanto antes. Como la historia de Maricielo, que llegó a España con 16 años de Perú en 2024. A los dos días dijo a sus padres que se encontraba mal y fueron al médico. Allí la doctora confirmó su embarazo y la derivó a una clínica para proceder a dar solución a esta situación . Allí, ya en la sala de espera, madre, padre e hija se preguntaron qué hacían allí si no querían perder el bebé. A la salida, después de la aceptación del cambio de opinión por parte de la clínica, conocieron a Ana que les llevó al Refugio Provida. Allí les acogieron y les presentaron a Lorena de Hogar de María, que se encargó de ayudarla y presentarla a Marisa, del Proyecto Angie. Mati ya lleva un tiempo con Maricielo con vida, en una situación muy precaria, construyendo un hogar, con mucha alegría.