Cuando se califica al inversor español de conservador se asume que se trata de una persona con poca propensión al riesgo. Esta etiqueta suele identificar a una persona que prefiere renunciar a algo más de rentabilidad a cambio de pensar que mantiene su dinero seguro. Tradicionalmente, la inversión en deuda pública lograba este objetivo gracias a los altos tipos de interés y posteriormente con el desarrollo de los mercados bursátiles en España pudo diversificar algo más su cartera, pero sin tener en cuenta otros países y otros activos.
Esto propició, por ejemplo, que la industria de fondos de inversión desarrollara productos como los monetarios dinámicos, que mantenían la ilusión de seguir invirtiendo en liquidez, pese a que ampliaban el horizonte temporal de sus activos en cartera o los fondos garantizados, tanto de deuda como de renta variable, que también apoyaban esa idea de que al menos preservaban el capital invertido.
Con la crisis de los últimos años y derrumbado el mito de la rentabilidad de la renta fija, los inversores han debido de acomodarse a una situación en la que si no arriesgan no obtienen un rendimiento de su dinero acorde a sus objetivos, algo a veces complicado si se tiene en cuenta la trayectoria histórica del inversor español. Pero quizá uno de las razones que explican este aparente conservadurismo del ahorrador patrio sea que no se compara demasiadas veces con los de otros países. Y cuando se hace, resulta que la foto no es tan estática como se pudiera pensar.
Es lo que ha ocurrido con una reciente encuesta realizada por la gestora Legg Mason a 4.320 inversores de todo el mundo, de los que 200 eran españoles, con unos activos invertibles superiores a los 145.000 euros aproximadamente. Según este estudio, si bien el porcentaje de activos de los participantes españoles invertidos en renta fija representaba de media el 23% de la cartera, tres puntos más que la media global, este dato es inferior al 31% de los italianos, el mayor porcentaje de todo el estudio. Y el dato español es igual al de los inversores suizos y se encuentra cerca del 22% de los belgas y los chinos y del 21% de los inversores de Estados Unidos.
Y en renta variable, los inversores españoles que participaron en el estudio aseguraron tener un 22% de su cartera, algo más que el 20% de los franceses, que el 19% de alemanes y belgas y que el 17% de italianos y suizos, y superando ampliamente a los inversores de Brasil, México, Chile y Colombia, países latinoamericanos que entraron dentro del universo de la encuesta de Legg Mason.
Si se tiene en cuenta la parte del patrimonio destinado a inversiones alternativas, los inversores españoles aparecen como unos de los que más parte de la cartera destinan a esta clase de activos, con un 8% del total, el mismo porcentaje que los inversores de México, Singapur, China y Corea del Sur, y superando a países como Estados Unidos (4%), Reino Unido (5%) o Alemania (3%).
En el estudio también aparece otro dato revelador del perfil de riesgo no tan conservador del inversor español. Ante la pregunta de en qué activo piensan aumentar el porcentaje de la cartera durante los próximos doce meses, el 43% contestó renta variable, situándose en tercer lugar en esta categoría de todos los países participantes en la encuesta. De hecho, únicamente el 9% se plantea reducir su inversión en renta variable, un porcentaje por debajo del 13% de media global y de los más bajos de los países europeos.
Aunque las cifras reales de inversión del Banco de España demuestren que el inversor español mantiene un perfil de riesgo bajo, datos como el del estudio de Legg Mason demuestran que no es algo genético y propio de los españoles, y que quizás la crisis sirva para cambiar algo más esta mentalidad.