Su acento no es el mejor, pero no le falta atrevimiento. La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, volvió a dejar boaquiabiertos a los que no creen en su nivel de inglés. Fue el pasado miércoles por la noche durante la entrega de premios de periodismo de El Mundo. La esposa de José María Aznar, tan criticada por su "relaxing cup of café con leche", charló fluidamente con los premiados de origen anglosajón. En el mismo corrillo estaban, entre otros, Pedro J. Ramírez y Mario Vargas Llosa, que hablan con facilidad en inglés, y el ex presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que asistía en silencio a la conversación. Ni una sola palabra salió de su boca y se limitó, como solo él sabe hacerlo, a mover la cabeza en señal afirmativa y estrechar la mano de los interlocutores.
La verdad es que no se veía nada cómodo al ex jefe del Ejecutivo frente a Jennifer Preston (autora del blog The Lede en el New York Times) y Anthony de Rosa (editor jefe de Circa), que obtuvieron el galardón Reporteros del Mundo. Los miraba como si cualquier políglota miraría a un extraterrestre. Es decir, no entendía, ni por asomo, lo que estaban diciendo. Se conoce que Zapatero no aprendió gran cosa durante todas aquellas reuniones y eventos en Bruselas, tan dolorosas para él en todos los sentidos. Ese gesto absorto, tan zapateril, contrastaba con la actitud de Botella, muy animada en su charla con Preston y De Rosa. Ambos sonreían y no consta si lo hacían porque les gustaba lo que decía la alcaldesa o porque no se enteraban de nada.
Pero la ignorancia de Zapatero y el chapurreo de Botella no son nada si se comparan con otras actitudes que observó la fuente de este Buscón travieso. Cuando Preston y De Rosa agradecieron sus premios hablaron en su lengua vernácula, como está mandado. Y entre el auditorio solo unos pocos utilizaban los auriculares para entender los discursos gracias a la traducción simultánea. La mayoría se dedicaba al chascarrillo o, mejor todavía, afectaba el gesto y movía la cabeza a lo Zapatero para simular que le agradaban las palabras en inglés. Sin embargo, quedaban en evidencia cuando los premiados bromeaban y ellos no sonreían. No daremos nombres para no molestar más al personal. Al menos de momento.
¿Yo en apuros?
No lejos de allí andaba el conocido empresario Arturo Fernández, presidente del Grupo Arturo Cantoblanco y de la patronal madrileña. Un hombre que acaba de vender la mitad de su grupo restaurador por unos 70 millones después de perder algunas concesiones. Hubo varias personas que se interesaron por la situación de don Arturo y este respondió, ufano, que "con todo esto voy a ganar más" y que "no hay ningún problema", o expresiones similares que la fuente de este Buscón escuchó a medias. En todo caso, se le veía contento pese a que muchos le sitúan en una situación harto comprometida. Quizás, como los que no usaban auriculares, estaba disimulando.