Misterio hasta el final. No pocos de los ministros del nuevo Gobierno Rajoy fueron contactados por don Mariano el mismo miércoles 21, y algunos de ellos en torno al mediodía y primera hora de la tarde, casi sin tiempo para corregir eventuales negativas a aceptar el cargo. Tan ajenos estaban algunos a las intenciones del líder que en la tarde del martes, incluso en la mañana del miércoles, continuaron haciendo agenda para los próximos días como si nada fuera a ocurrir en sus vidas. “El sábado cenaré en casa; el domingo comeré donde toque y el resto del tiempo me temo que no saldré del Ministerio”, anunciaba uno de los elegidos a un amigo su plan para esta Navidad.
Podía haberse callado Mariano Rajoy la mayor parte de los nombres que integran su primer Ejecutivo, porque en realidad lo único que importaba era el reparto del poder del área económica. La posibilidad que muchos –desde luego un servidor, en estas páginas- habían adelantado de desdoblar el ministerio en las dos grandes partes que lo componen, Economía y Hacienda, se ha confirmado. Una división casi obligada por Cristóbal Montoro y su circunstancia. Estaba claro que el jienense iba a ser ministro del ramo como premio a los desvelos de estos casi ocho años de travesía del desierto, pero no podía ser titular del área completa en esta época que vivimos, donde el idioma inglés es condición sine qua non para transitar con solvencia por los salones del Ecofin y de las cumbres europeas donde, a veces en plena madrugada y atiborrados de café, los ministros del ramo dirimen asuntos de vital interés para sus países.
De modo que don Cristóbal será una especie de “gran ministro del Gasto” encargado del control de los dineros, una encomienda que pocos dudan desarrollará con esmero de hormiguita cumplidora. Luis de Guindos, por su parte, tendrá la obligación de proponer y desarrollar las grandes reformas necesarias para hacer posible, con vuelo de milano mandón, un horizonte de crecimiento de la economía española. No pocas voces sugerían la noche del miércoles un cierto choque de trenes competencial entre ambos (“la política es la lucha por compartir el poder y por influir en la distribución del poder”, que dijo Max Weber). En el entorno de Montoro se han vivido momentos de tensión, referencias al pasado reciente cargadas de despecho: “Estas aquí dejándote los cuernos durante años, para que a última hora llegue un paracaidista y se quede con el santo y la limosna por el hecho de haberle hecho unos cuantos papeles al jefe…”
“No habrá ningún encontronazo”, asegura un gran conocedor de ambos. “Cristóbal es un tipo muy trabajador e intuitivo, que se fía de sus percepciones y que a veces se cierra en apoyo de tesis indefendibles, como su negativa a subir el IVA en las actuales circunstancias. En su debe hay que apuntar que cuando alguien se le enfrenta, no defiende sus posiciones, repliega velas, porque le falta retórica, eso ya lo sabemos, pero también capacidad de persuasión y, sobre todo, carácter. De Guindos es la otra cara de la moneda, un tipo mandón que puede llegar a ser despótico en ocasiones, y desde luego un hombre proclive a las reformas”. Lo esencial, en la actual coyuntura española, es que Montoro no tiene cartel en la comunidad financiera, no da la imagen ante los mercados y las instituciones europeas, mientras que con De Guindos ocurre lo contrario”.
La clave de Rajoy como vicepresidente económico
En contra del madrileño, su pasado como presidente de la filial española de Lehman Brothers, asunto que ya se han encargado de recordarle tanto la oposición como la prensa extranjera, olvidando quizá la procedencia de gente de tanto peso ahora mismo en la atribulada Europa como el primer ministro griego, Papademos, el italiano, Monti, y el propio presidente del BCE, Draghi. “La responsabilidad de Luis en la venta agresiva de los productos estructurados de Lehman es muy limitada”, asegura el responsable en España de otro gran banco USA, “y desde luego es nula en lo que a la quiebra se refiere. Más debería preocupar a quien trata de buscarle las cosquillas alguno de los puestos que aceptó a última hora, caso de Endesa, al lado de Borja Prado, Florentino Pérez, Castellanos y demás amigos mártires”.
La posibilidad de ese eventual “pique” en el seno del nuevo Gobierno quedó descartada cuando se supo que el propio Presidente había reservado para sí la tarea de presidir la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, comportándose de facto como un vicepresidente económico. “Yo pensaba que Cristóbal, por su peso en el partido, iba a ocupar esa demarcación. Lo que nunca imaginé es que se la quedara el propio Rajoy, lo cual supone echarse a la espalda una carga de trabajo extra formidable”, señala una fuente del PP. Con ello el gallego demuestra saber dónde radica el nudo gordiano del desafío que tenemos por delante. Estamos ante una decisión de calado, convertida en el detalle más relevante del nuevo Gobierno, “porque las tensiones que se producen entre ministerios, en general relativas a temas que tienen que ver con el gasto, se dirimen inevitablemente en la Comisión Delegada, y ahí va a estar Rajoy de cuerpo presente para abortar cualquier querella”.
Ningún presidente del Gobierno de nuestra democracia ha llegado a tanto. La división del área económica ha sido bien recibida en el mundo empresarial. “Rajoy ha dado cancha a De Guindos y Montoro, pero les ha fijado las reglas del juego, ha delimitado su poder, porque la última palabra, y en directo, la va a tener él mismo como árbitro supremo de esa Comisión Delegada”, aseguran en la patronal CEOE. El resto de miembros del Gobierno son gente de confianza de Rajoy, que no le van a discutir decisiones y mucho menos le van a hacer perder el tiempo con iniciativas estrafalarias –algunas bordeando lo delictuoso- a las que tan acostumbrados hemos estado estos años por tipos como Miguel Sebastián. En el ambiente queda flotando la duda de si el pepito grillo del nuevo Gobierno terminará siendo el ministro de Exteriores, García-Margallo, un hombre de leyes en origen pero de amplia experiencia económica, que ha hecho su carrera en el Parlamento Europeo y que, en momentos como los actuales, podría tratar de meter baza en las cuestiones económico-financieras que sobre el futuro de la Unión que se van a dirimir en Bruselas, entrando en conflicto con De Guindos. “La interferencia ahí puede ser clara, aunque no hay que olvidar de Margallo es democristiano y eso lo dice todo”, aseguran con sorna en el PP.
¿Ha nombrado el Rey a Pedro Morenés?
Cristiano sí es Alvaro Nadal, nuevo jefe de la Oficina Económica de La Moncloa (con rango de secretario de Estado), que va a ser el encargado de desbrozar el camino de Rajoy en esa Comisión Delegada, de donde se infiere el enorme poder del que va a disponer. Los hermanos Nadal, tanto Alvaro como Alberto, se han convertido en el activo de mayor futuro de la derecha política a cuenta de su sólida formación económica, y en un recambio a plazo fijo para la generación de los Rato, Guindos y demás. El propio De Guindos ha querido llevarse consigo a Alberto Nadal como secretario de Estado de Comercio, oferta que el aludido ha rechazado dispuesto a cumplir su compromiso como vicesecretario general de Asuntos Económicos de la CEOE.
Un Ejecutivo, en suma, más que aseado, con algunos nombres manifiestamente mejorables (tal que Ana Mato, la mujer que no consiguió ver el Jaguar que su marido –caso Gürtel- aparcaba todas las noches en su chalé de Pozuelo), pero en general sobrado de currículos, idiomas, estudios, esfuerzo, valores. Tranquiliza pensar que en esta ocasión la directora general de Flamenco de la Junta de Andalucía no ha sido nombrada ministra. Y reconforta saber que no pocos de ellos van a tener que renunciar a remuneraciones mucho más jugosas que las que van a percibir ahora. Algunos, como el ministro de Defensa, Pedro Morenés, ni lo necesitaba ni le apetecía, pero le han llamado (cuentan que de nuevo se ha movido el real dedo de Su Majestad, como ya ocurriera con Eduardo Serra en tiempos de Aznar) y ha dado un paso al frente. “Con 63 años y la vida resuelta, porque ha trabajado mucho, Pedro ya está de vuelta, pero cree que este proyecto en común que llamamos España merece la pena, y ha aceptado, a pesar de que viajar a Afganistán de vez en cuando a recoger un féretro no sea plato de gusto. Me quito el sombrero”, asegura uno de sus amigos.