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OIT: los bajos salarios alemanes, principal causa de la crisis europea

Es un bloque destacado, en el capítulo dedicado a las economías desarrolladas, que cabe en una sola página, titulado “La evolución de los salarios alemanes y los problemas de la zona euro”. Si no es bastante claro, el texto de ese informe sobre el empleo para 2012 se hace más explicito: “La competitividad en aumento de los exportadores alemanes ha sido más y más identificada como la causa estructural de las dificultades recientes de la zona euro.”

Es un bloque destacado, en el capítulo dedicado a las economías desarrolladas, que cabe en una sola página, titulado “La evolución de los salarios alemanes y los problemas de la zona euro”. Si no es bastante claro, el texto de ese informe sobre el empleo para 2012 se hace más explicito: “La competitividad en aumento de los exportadores alemanes ha sido más y más identificada como la causa estructural de las dificultades recientes de la zona euro.”

Difícil de ver la relación lógica, pero sí existe. Es una herencia del pasado, cuando las políticas decididas por Alemania para contrarrestar los duros efectos económicos de la reunificación tuvieron como consecuencia un aumento importante del paro, del 5,3% en 1991 al 9,7% de la población activa en 1998. El gobierno de Gerhard Schröder, siguiendo la ‘tercera vía’ de Tony Blair, creó la ‘Agenda 2010’ para reducir la presencia del Estado del bienestar en Alemania. Abaratar el despido, cortar gastos de Seguridad social y reducir las indemnizaciones por desempleo, las pensiones y el IRPF son las reformas más emblemáticas del Gobierno Schröder, que no alcanza reducir el paro pero logra negociar el bloqueo de los salarios en la industria, siguiendo así la política deflacionista emprendida por su antecesor Helmut Kohl.

Bajos salarios y demanda agregada débil

De tal modo, Schröder crea una nueva clase precaria en Alemania, trabajadores con salarios mínimos (la pobreza en Alemania aumenta del 11% de la población en 2001 al 18% en 2007), eso sin reducir los costes de producción de la industria alemana ni mejorar la productividad, que se mantiene a la misma altura que la de sus socios europeos. Por eso, la OIT duda seriamente de que la política pensada para mantener los sueldos bajos pueda ser eficiente. Ekkehard Ernst, Jefe de la Unidad de tendencias del empleo de la OIT, ve en eso el origen de la debilidad de la demanda agregada alemana: “es difícil atribuir la competitividad alemana a los bajos salarios, pero se puede obviamente relacionar la deflación salarial con la rebaja del consumo interno, lo que influye a los otros países europeos.”

Es esa débil demanda agregada la que afecta a todo el resto de Europa, muy dependiente de la economía alemana para sus exportaciones. “Es algo que Christine Lagarde, directora del FMI, ya había apuntado en 2010 en el Financial Times”. Declaró en la época: “No estoy segura de que el modelo de crecimiento alemán –una fuerte presión sobre los costos de maniobra para mejorar la competitividad de las empresas– sea viable a largo plazo para todo el Eurogrupo.”

Las grandes diferencias entre los países de la eurozona, comparando su competitividad exterior, han impedido a la mayoría de ellos aprovecharse de la recuperación de la economía mundial en 2010. Sólo un país ha salido de la crisis que conoce desde 2009: Alemania. Incluso ha podido recuperar una tasa de empleo comparable a la de antes de 2009. “De hecho”, consta el informe de la OIT, “los éxitos recientes en las exportaciones alemanas tienen poco que ver con esa política salarial, sino con la orientación geográfica de los exportadores alemanes hacia economías emergentes dinámicas.”

¿Y qué pasará con los otros países de la Eurozona? Lo que parece desafortunadamente lo más lógico: seguirán el modelo alemán para poner en marcha la misma política de deflación salarial. “Si todo el mundo lo hace, está claramente condenado al fracaso. Nadie ganaría y, incluso peor, dañaría al nivel de vida de todos los europeos” consta Ekkehard Ernst. ¿Qué habría que hacer? “En la OIT no estamos para dar consejos, sino recomendaciones. En ese caso, creemos que los políticos de la zona euro y del G20 tendrían que coordinarse para fomentar la actividad de manera conjunta. Darse el tiempo de resolver problemas estructurales en lugar de intentar encontrar soluciones con demasiada prisa.”

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