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El CO2 atmosférico sigue en niveles récord pese al confinamiento por el coronavirus

Las concentraciones de CO2 experimentaron un incremento repentino en 2019, cuando el promedio mundial anual superó el umbral de 410 partes por millón (ppm)

  • El CO2 atmosférico sigue en niveles récord pese al confinamiento por el coronavirus

La ralentización industrial por la pandemia de la covid-19 no ha contrarrestado los niveles sin precedentes de gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera, provocan la subida de las temperaturas y exacerban las condiciones meteorológicas extremas, la fusión de los hielos, el aumento del nivel del mar y la acidificación de los océanos.

Así se recoge en el último 'Boletín sobre los gases de efecto invernadero', que publica anualmente la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y que esta agencia de la ONU especializada en el tiempo, el clima y el agua hizo público este lunes.

El Boletín de la OMM -uno de los informes anuales más destacados de esta agencia- informa de las concentraciones atmosféricas de los gases de efecto invernadero de larga duración. Se entiende por emisión la cantidad de gas que se libera a la atmósfera y por concentración lo que se queda en la parte gaseosa de la Tierra tras las complejas interacciones que tienen lugar entre la atmósfera, la biosfera, la criosfera y los océanos. Una cuarta parte de las emisiones totales son absorbidas por los océanos y otra cuarta parte por la biosfera.

Las medidas de confinamiento han reducido las emisiones de muchos contaminantes y gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono (CO2), pero cualquier cambio en las concentraciones de CO2, que son la suma de las emisiones pasadas y las actuales, no es mayor que el provocado por las fluctuaciones normales en el ciclo del carbono que se producen de un año a otro y por la variabilidad natural a la que están sujetos los sumideros de carbono, como la vegetación, según la OMM.

Aumento "sin precedentes"

Las concentraciones de CO2 experimentaron un incremento repentino en 2019, cuando el promedio mundial anual superó el umbral de 410 partes por millón (ppm). En 2020, el aumento ha continuado. Desde 1990 el forzamiento radiactivo total, que ejerce un efecto de calentamiento del clima, se ha incrementado en un 45% por los gases de efecto invernadero de larga duración. Cuatro quintas partes de ese aumento se deben al CO2.

"El dióxido de carbono permanece en la atmósfera durante siglos y aún más tiempo en los océanos. La última vez que se registró en la Tierra una concentración de CO2 comparable fue hace entre tres y cinco millones de años. La temperatura era entonces de 2 a 3°C más cálida y el nivel del mar entre 10 y 20 metros superior al actual, pero no había 7.700 millones de habitantes", apuntó el secretario general de la OMM, Petteri Taalas.

Taalas recordó que en 2015 se superó el umbral mundial de 400 ppm y sólo cuatro años después se rebasaron las 410 ppm. "Esa velocidad de aumento no tiene precedentes en nuestros registros históricos. La reducción en las emisiones debida a las medidas de confinamiento no es más que una minúscula irregularidad en el gráfico a largo plazo. Tenemos que aplanar la curva de forma continuada”, afirmó.

"La pandemia de covid-19 no es una solución para el cambio climático. Sin embargo, nos brinda una oportunidad para adoptar medidas de índole climática más sostenidas y ambiciosas encaminadas a reducir las emisiones hasta un nivel cero neto a través de una metamorfosis integral de nuestros sistemas industriales, energéticos y de transporte. Los cambios que deben aplicarse son técnicamente posibles y viables desde el punto de vista económico, y su repercusión en nuestra vida cotidiana solo sería marginal. Es de agradecer que un número cada vez mayor de países y empresas se hayan comprometido a alcanzar la neutralidad en cuanto a emisiones de carbono. No hay tiempo que perder", apostilló.

Tendencias de 2020

El Proyecto Carbono Global ha calculado que, durante el periodo con las restricciones más estrictas a la actividad, las emisiones globales diarias de CO2 pueden haberse reducido en hasta un 17% por el confinamiento de la población. Puesto que todavía no está clara la duración de las medidas de cuarentena ni su grado de rigor, toda predicción de la reducción total de las emisiones anuales a lo largo de 2020 es sumamente incierta.

Las estimaciones preliminares indican una disminución de las emisiones anuales mundiales de entre el 4,2 y el 7,5%. A escala mundial, una reducción de las emisiones de esa magnitud no permitirá reducir la concentración de CO2 atmosférico. Así pues, la concentración de ese gas seguirá aumentando, aunque a un ritmo ligeramente menor (reducción en el crecimiento anual de entre 0,08 y 0,23 ppm).

Se trata de valores compatibles con la variabilidad natural interanual de 1 ppm. Esto significa que, a corto plazo, el impacto de las medidas de confinamiento aplicadas a raíz de la Covid-19 no puede diferenciarse de la variabilidad natural, según apunta el Boletín de la OMM.

Dióxido de carbono

El dióxido de carbono (CO2) es el principal gas de efecto invernadero de larga duración en la atmósfera relacionado con las actividades humanas y es el responsable de aproximadamente dos tercios del forzamiento radiativo. Su concentración alcanzó un nuevo valor máximo anual en 2019 con de 410,5 ppm, lo que supone un aumento respecto a las 407,9 ppm de 2018 tras haber superado el umbral de las 400 ppm en 2015.

El aumento en la concentración de CO2 registrado entre 2018 y 2019 fue superior al observado entre 2017 y 2018 y también a la media del último decenio.

En 2019, las emisiones procedentes de la quema de combustibles fósiles y la producción de cemento, la deforestación y otros cambios en el uso de la tierra dispararon las concentraciones de CO2 atmosférico hasta un valor equivalente al 148% del nivel preindustrial de 278 ppm, que representa el punto de equilibrio de los flujos entre la atmósfera, los océanos y la biosfera terrestre. Durante la última década, alrededor de un 44% del CO2 permaneció en la atmósfera, mientras que un 23% fue absorbido por los océanos, un 29% por la tierra y el 4% restante no ha sido atribuido.

Los datos de estaciones individuales evidencian que la tendencia al alza continúa en 2020. La media mensual de la concentración de CO2 en la estación de referencia de Mauna Loa, en Hawái, fue de 411,29 ppm el pasado mes de septiembre, frente a las 408,54 ppm de ese mismo mes del año pasado. En la estación del cabo Grim, en Tasmania (Australia), las cifras fueron de 410,8 ppm en septiembre de 2020, frente a las 408,58 ppm de 2019.

Metano

El metano (CH4) es el segundo gas de efecto invernadero de larga duración más importante y contribuye en un 16% al forzamiento radiativo. Cerca del 40% del metano que se emite a la atmósfera procede de fuentes naturales (por ejemplo, humedales y termitas), mientras que aproximadamente el 60% proviene de fuentes antropógenas (por ejemplo, cría de ganado, cultivo de arroz, explotación de combustibles fósiles, vertederos y combustión de biomasa).

El CH4 atmosférico alcanzó el año pasado un nuevo valor máximo de 1.877 partes por mil millones (ppmm), por lo que se sitúa en un 260% del nivel de la era preindustrial. Su incremento de 2018 a 2019 fue ligeramente inferior que el observado de 2017 a 2018, pero siguió siendo mayor que la media del último decenio.

Óxido nitroso

Las emisiones de óxido nitroso (N2O) a la atmósfera provienen de fuentes naturales (en torno al 60%) y de fuentes antropógenas (un 40%), como los océanos, los suelos, la quema de biomasa, los fertilizantes y diversos procesos industriales.

La concentración atmosférica de N2O durante el año pasado fue de 332,0 partes por mil millones, lo que equivale al 123% de los niveles preindustriales. Su aumento de 2018 a 2019 también fue menor que el de 2017 a 2018 y prácticamente igual a la tasa de aumento medio del último decenio.

Este gas también contribuye significativamente a la destrucción de la capa de ozono estratosférico, que protege de los rayos ultravioleta nocivos del Sol. Es el causante de un 6% del forzamiento radiativo provocado por los gases de efecto invernadero de larga duración.

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