Dos años han bastado para que las misiones militares españolas en el exterior se conviertan en un avispero, al ritmo de los convulsos acontecimientos que sufren las regiones en las que están desplegadas las Fuerzas Armadas. Golpes de Estado, mercenarios de Putin y terrorismo amenazan el Sahel africano; el flanco este de Europa permanece en alerta ante los movimientos de las tropas rusas; y ahora, tras el llamamiento de Hamás de combatir a Israel y sus aliados, Oriente Medio se sume en una compleja espiral. El mapa de las zonas de operaciones en las que participa España se tiñe de rojo el nivel de riesgo.
Hablar de Israel y de la franja de Gaza es hacerlo, en realidad, de todo Oriente Medio. No se trata de un escenario encapsulado, sino que mantiene numerosas ramificaciones que afectan directamente a las tropas españolas. Así lo atestiguan los últimos reportes de la misión de la ONU en el Líbano (FPNUL), dirigida por el general español Aroldo Lázaro y que, entre sus 10.000 cascos azules, hay más de 660 militares de nuestro país.
Estos informes hablan del impacto de al menos dos proyectiles en sus cuarteles. También de las continuas refriegas que se viven en la frontera con Israel, así como de la desaparición de dos soldados libaneses y la muerte de un periodista. ¿La razón de esta escalada de tensión? Hizbulá, que opera desde el Líbano, se ha aliado con Hamás en su ofensiva contra Israel.
Los intercambios de proyectiles han obligado a activar en las últimas semanas el plan Porcupine, para proteger a los militares españoles en una densa maraña de túneles ubicada bajo la base de Marjayoun.
También se ha registrado una escalada de la tensión en Irak. Milicias proiraníes también se han alineado con Hamás y en las últimas jornadas han atacado las bases en las que se encuentran las tropas estadounidenses… y españolas.
Como desveló Vozpópuli, han recurrido a drones cargados de explosivos para agredir la base de Al Asad, donde se encuentran los cuatro helicópteros Cougar del Ejército de Tierra y el contingente que mantiene su operatividad, enmarcadas en la Coalición Internacional contra el Daesh.
De Oriente Medio al Sahel
La situación dista igualmente del optimismo en el Sahel africano. El día de Nochebuena de 2021 España y otros países europeos firmaron una carta denunciando la presencia de mercenarios de Wagner al servicio de Putin en Mali. Este podría considerarse el punto de partida en el actual declive de la influencia de occidente en la región.
Desde entonces se han sucedido diversos golpes de Estado en la región, mientras que las sucursales de Estado Islámico y Al Qaeda compiten por sumar más muertos en su expediente. Un cóctel de violencia e inestabilidad que se traduce en los actuales flujos migratorios ilegales que alcanzan España, en particular, y Europa en general.
Más de 300 militares españoles permanecen en Mali. Son los únicos de toda la misión de la Unión Europea, que antes de la llegada de Wagner contaba con un poderoso despliegue en el país. España se encarga de mantener activas las estructuras de la misión, aunque la proximidad de Bamako con los mercenarios de Putin impide la reanudación de las actividades, en un escenario donde las Fuerzas Armadas de nuestro país han sufrido sonados atentados terroristas. La Unión Europea se debate sobre la continuidad de esta misión.
A renglón seguido de Mali se dibuja la frontera de Senegal, donde el Ejército del Aire traslada a tropas españolas y de naciones aliadas para el desarrollo de sus funciones. Pero Francia ya ha retirado sus fuerzas de varios países limítrofes. Y la ONU ha hecho lo propio en escenarios similares. Con una misión de la UE paralizada en Mali, su ámbito de actuación se ha reducido drásticamente respecto a lo que acostumbraban en años anteriores.
Wagner también ha extendido sus tentáculos en República Centroafricana, donde España aporta tropas para dar seguridad a la misión de la Unión Europea de asesoramiento en materia de Defensa al Gobierno de Bangui. Y un pequeño contingente opera desde Somalia, instruyendo a las tropas locales, siempre bajo la amenaza de los atentados terroristas de Al Shabab, pero con avances significativos en los últimos años.
La frontera con Rusia
Hamás, Sahel… y Rusia. La invasión de Ucrania lo cambió todo. La Cumbre de la OTAN de Madrid sirvió para que la Alianza cerrase filas en apoyo a Kiev, erigiese a Moscú como la principal amenaza para la estabilidad y reforzase la presencia militar en el flanco oriental.
Desde entonces, el Ejército del Aire ha mantenido su misión de proteger los cielos en los países bálticos con sus cazas de combate, una misión especialmente delicada debido a las continuas infracciones de aeronaves militares rusas que sobrevuelan la región. También han desplegado un radar en Rumanía para monitorizar los vuelos en este área.
El Ejército de Tierra ha reforzado su presencia en Letonia, donde la OTAN ofrece una capacidad militar de disuasión ante Rusia y de respuesta en caso de agresión: de 300 efectivos se ha pasado a más de 600, incluyendo el despliegue de dos baterías de defensa antiaérea de misiles NASAMS -una en Letonia y otra en Estonia-.
Además, la Armada mantiene su compromiso en despliegues con la Alianza Atlántica en el Mediterráneo y en el Atlántico, zona de tránsito habitual de buques militares rusos y desde donde se han proyectado algunas de las ofensivas navales determinantes en la guerra de Ucrania.
Así, el flanco este de Europa, Oriente Medio y el Sahel africano se han convertido en escenarios particularmente inhóspitos para la presencia de cualquier contingente militar. Y España, con más de 3.000 efectivos en el exterior, mantiene una tensa calma ante el devenir de unos acontecimientos convulsos y de futuro incierto.