Muchas con evidentes signos de oxidación. La mayoría, abandonadas sobre la maleza. Otras, enterradas dentro de una bolsa de plástico. La Guardia Civil ha recuperado en los dos últimos días gran parte del arsenal que un grupo de delincuentes españoles robaron el 28 de octubre de 2011 en una base militar de Badajoz. Un robo que en su día puso en entredicho la seguridad de las instalaciones militares y que, como ahora se ha sabido, fue cometido presuntamente por los detenidos simplemente como un reto. “Nunca tuvieron intención de venderlas”, aseguraba este jueves Antonio Cortes, teniente coronel de la Unidad Central Operativa (UCO) que ha dirigido las investigaciones que han permitido hasta ahora localizar 14 fusiles de asalto HK-G3 y 4 pistolas de la marca Llama. Aún quedan por localizar otros seis subfusiles y otras tantas pistolas, que el Instituto armado esta buscando en dos puntos concretos de una laguna cercana al río Guadiana.
La Operación Toa se inició después de que los responsables de la Base Militar General Menacho, de Bótoa (Badajoz) descubrieran que el armero de una de las compañías había sido sustraído durante la noche sin que nadie se percatara. Las primeras pesquisas permitieron determinar que los asaltantes habían roto la valla perimetral del recinto en la zona del campo de maniobras y, tras inutilizar varios equipos de videovigilancia, dos miembros del grupo habían sustraído un vehículo todoterreno ‘Aníbal’ del Ejército con el que se desplazaron hasta uno de los edificios del acuartelamiento. Tras forzar las cerraduras con un simple cizalla y una llave grifa, los asaltantes habían cargado las armas en el coche robado y vuelto a la zona del vallado por la que habían accedido. Allí les esperaban otros tres integrantes de la banda, que traspasaron el arsenal al vehículo con el que habían acudido al lugar y huyeron.
La investigación permitió centrar rápidamente las sospechas en un grupo de jóvenes delincuentes habituales de Badajoz (el mayor tiene 31 años y el menor, 22) encabezados por los hermanos José Manuel y Marcos Antonio Castellanos, que se dedicaba presuntamente al robo con fuerza de bancos, estancos y todo tipo de establecimientos a golpe de mazos. La Guardia Civil les relaciona, de hecho, con 45 de estos delitos cometidos en Sevilla, Cáceres, Badajoz, Huelva, Salamanca y Portugal. Además, se daba la circunstancias que uno de los hermanos, Marcos Antonio, había estado destinado como soldado en la Base Militar asaltada y, en concreto, en la misma compañía de la que sustrajo el armero. El cerco sobre ellos se fue estrechando hasta que el pasado mes de septiembre, y tras asaltar cuatro entidades bancarias en una sola noche, fueron detenidos por agentes de la Guardia Civil tras un tiroteo en el que dos de los cinco resultaron heridos.
Detenidos al salir de prisión
En ese momento, sin embargo, los investigadores no les acusaron de la sustracción de las armas. Esperaron a que el pasado 18 de junio abandonaran la prisión bajo fianza por los robos de septiembre para detener a los cinco y a otras seis personas, entre ellas varios familiares, por su relación con la sustracción del arsenal y su posterior ocultación. Desde entonces, la Guardia Civil había seguido buscando las armas sin éxito. Los presuntos autores se negaron en todo momento a reconocer los hechos en los interrogatorios y, por supuesto, a revelar donde supuestamente ocultaban las armas. En su domicilios, donde se halló un revolver en la habitación que ocupaban unos menores, no se encontró rastro de ellas, aunque sí diferentes pruebas que los incriminaban en el espectacular robo.
Los pinchazos telefónicos previos a su captura así como los seguimientos que se mantuvieron posteriormente sobre los otros seis detenidos y personas de su entorno, permitieron saber a los agentes que la banda aún tenía en su poder el armamento de guerra y que, de hecho, ni siquiera tenían intención ni capacidad para vendérselas a otros grupos delictivos. “Estamos convencidos que se tomaron como un reto el robo en una instalación militar y por ello cometieron el asalto”, detallaba a este diario el teniente coronel Cortes. De hecho, en las conversaciones que se les interceptó previamente a su arresto, los jóvenes reconocían que el robo había sido “un error” ya que había puesto a un nutrido grupo de guardias civiles tras sus pasos, lo que les dificultó seguir cometiendo los robos que les permitía mantener un desahogado nivel de vida pese a no trabajar.
Finalmente, la pasada semana miembros del entorno de los cinco presuntos ladrones, que permanecen encarcelados, decidieron sacar a la luz las armas sustraídas. De este modo, los agentes de la UCO localizaban el martes en un paraje conocido como el Rincón de Caia, próximo a la barriada donde vivían los detenidos, los 14 fusiles de asalto en mal estado de conservación y con evidentes signos de haber sido desenterrados pocas horas antes. Todos estaban ocultos entre la maleza junto al río. Al día siguiente, y tras utilizar maquinaria pesada, la Guardia Civil localizaba a unos cuatro kilómetros de distancia, también cerca del río Guadiana, las cuatro pistolas. Tanto a estas como a los subfusiles los delincuentes les habían borrado el número de serie y el símbolo del Ejército de Tierra El resto de las armas, doce en total, están siendo buscadas en el fondo de una laguna cercana al río, en una zona de cañaveral que por el momento dificulta su localización. Su hallazgo pondría punto final a un robo que comenzó como un reto y acabó siendo el mayor error que cometieron estos jóvenes delincuentes.