Muy frías y distantes se encuentran las relaciones entre el presidente del Gobierno y el de la Generalitat. Hasta hace unas fechas, en círculos de Moncloa se hablaba de que Mariano Rajoy intensificaría sus desplazamientos a Cataluña, especialmente para mantener contactos y encuentros con el mundo empresarial, que se muestra muy renuente a denunciar la deriva nacionalista de Artur Mas.
Ahora el panorama ha cambiado. En la Generalitat cuentan que Rajoy ha cancelado algunas de esas visitas previstas para 'tomar la temperatura' in situ y que sólo se acercará a Barcelona con motivo de compromisos institucionales, como ocurrirá en noviembre cuando se celebre una cumbre euromediterránea con asistencia de diversos jefes de Gobierno del sur de Europa.
Hace unos día Alberto Ruiz Gallardón asistió, dentro de las sesiones "Puente Aéreo" que organiza Enrique Lacalle, ex dirigente del PP, a una cena con representantes del mundo económico catalán. No fue bien. El auditorio confiaba en una actitud menos firme por parte del ministro de Justicia. Esta misma semana está prevista la visita a la Ciudad Condal de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, también en la línea de mantener encuentros con empresarios. Y Cristóbal Montoro hará lo propio el próximo mes.
Pero Rajoy no se mueve. Al menos por el momento. Considera que hasta ahora ha sido él quien ha cumplido con los acuerdos a los que llegaron en la entrevista secreta de agosto mantenida con Artur Mas. El líder de CiU no ha estado a la altura de su palabra. Ni en la Diada, ni en la convocatoria del referéndum ni en las relaciones entre Convergencia con ERC. En todo ha faltado a sus compromisos. El presidente del Gobierno dejó bien claro la semana pasada en el Senado que hay que insistir en la línea de hacer pedagogía pero sin pasar ni una a los nacionalistas. "La gente también tiene derecho a escuchar otras verdades que no sean las verdades oficiales", le espetó Rajoy al senador de CiU. Ahora está a la espera de algún gesto de Mas. Que, por el momento, no llega.