Cinco temporadas llevábamos ya, pero una cosa estaba clara: el Juego de Tronos es uno en el que o ganas o mueres. Lo malo es que cuando parece que estás a punto de conseguir lo primero, te ocurre lo segundo. Y es que lo que tiene Westeros es que es un lugar donde seas noble y puro o una sabandija despreciable, lo más probable es que la más horrible de las muertes te esté acechando a la vuelta de la esquina. Lo que no esperábamos (¿o quizá sí?) eran resurrecciones. La temporada 5 terminó con la sorprendente muerte de Jon Nieve, uno de los personajes principales de la saga, y si bien el primer capítulo de la sexta nos mantuvo en suspense con respecto a su destino, es en el segundo donde vuelve a la vida. O mejor dicho, es devuelto a la vida. Lo que no sabemos es a qué precio… o si es realmente Jon Nieve quien regresa o si ha venido solo. Por ahora se ha creado en Internet (¿dónde sino?) una polémica bastante estéril sobre lo conveniente o predecible de este retorno, pero ¿de verdad esperábamos otra cosa?
En fin, mejor recapitulemos porque con “La Mujer Roja” Juego de Tronos vuelve con fuerza y, sobre todo, a un ritmo endiablado. Dirigido por Jeremy Podeswa y escrito por los showrunners David Benioff y DB Weiss, también se antoja emotivo, tenso, tremendamente entretenido, aunque también anticipa que esta temporada puede ser una auténtica locura. La cosa comienza allá donde lo dejamos, con el cuerpo de Jon Nieve tendido entre su propia sangre, con Fantasma aullando impotente no muy lejos, señal de que el invierno, metafórico o no, definitivamente ha llegado. Pese a todo, pronto somos testigos de una excelente set-piece en la que Sansa y Theon son perseguidos entre el bosque helado por los hombres de Bolton y, apenas el segundo comete un acto heroico atrayendo hacia sí a los sabuesos con desastrosos resultados, de repente Brienne de Tarth aparece junto a Pod y salva el día. Es un momento triunfal, incluso optimista por cuanto Theon continúa redimiéndose al salvar también al valeroso escudero, y en el que Brienne vuelve a salvar a los Starks, pero también es cierto que la tragedia y la desolación parecen estar siempre cerca en cuanto saltamos de escenas.
Por ello es un brillante capítulo donde se combinan momentos incluso hilarantes como el destino de Trystane Martell o el paseo de Varis y Tyrion por Meereen, con otros bastante siniestros como Davos buscando la ayuda de Melisandre, a quien hasta entonces sólo ansiaba matar, o la captura de Daenerys por los Dothraki, lo que anticipa un viaje de vuelta junto con las viudas Khaleesi bastante tortuoso, más aún si su única ayuda puede venir de Jorah Mormont y Dario. Pero el momentazo es el de la llegada del barco de Dorne al puerto real, donde Cersei al principio baja esperanzada pero enseguida descubre con pavor que Myrcella no va a estar allí. No en vano, el capítulo concluye con Melisandre revelándose como una anciana ajada, lo cual hace temer sobre el verdadero poder de su magia.
“Hogar”, en cambio, se toma más su tiempo en recrearse en todo tipo de conspiraciones y malos rollos familiares, pero sigue con el ritmo frenético y el humor patibulario del anterior capítulo. Aquí presenciamos el destino de Balon Greyjoy una vez se reencuentra con su hermano Euron, el cual prácticamente se presenta ante el público tirando a éste por un puente. Igualmente, Roose Bolton abandona la serie cuando Ramsay hunde un puñal en su pecho poco después de conocer que Walda, la mujer de éste, acaba de dar a luz a un hermoso bebé… el cual tras ser admirado durante algunos escalofriantes segundos, acaba también en las fauces de los perros junto a su madre. Afortunadamente, el director del capítulo, de nuevo Jeremy Podeswa, y su guionista Dave Hill se toman las cosas con algo más de sutileza y sólo escuchamos el horror ante el rostro pétreo del psicópata Ramsay, al contrario que cuando Gregor Clegane pulveriza la cabeza del borracho que se exhibió ante Cersei o cuando Wun Wun liquida también a ese pobre arquero estampándole contra unas rocas. Por lo mismo, buena prueba de esa magistral combinación entre momentos de tensión y otros de levedad es también esa visita de Tyrion a los dragones, lo que prueba que los responsables de la serie tienen más que dominado el tono y el estilo de esta saga.
Así pues, este segundo capítulo coloca mucha piezas sobre el tablero -un príncipe muerto en Dorne y otro Lord en las Islas de Hierro, el Norte en manos de un psicópata, y todo tipo de alianzas rotas- y ahora sólo queda ver cómo se moverán. La pregunta es ahora si Ramsay Bolton se atreverá realmente a atacar Castle Black y eliminar a los únicos que se interponen entre Westeros y los Caminantes Blancos, aunque la respuesta es probablemente un estruendoso sí. Lo cual no es malo porque lo previsible no le quita impacto a una buena narrativa, a menos que uno sólo busque continuas sorpresas sin poca profundidad. Porque si nos fijamos, las piezas llevan tiempo moviéndose con una cierta lógica, más aún desde que Melisandre regresó de Castle Black, por lo que quizá la resurrección de Jon Nieve no debiera resultar tan polémica. Al fin y al cabo, si hay algo que podemos agradecer a Juego de Tronos es una consistencia a prueba de bombas y una calidad fuera de dudas.
Entretanto, nosotros seguiremos aquí esperando impacientes el próximo capítulo, “Rompejuramentos”. Al menos el título se antoja bastante intrigante, ¿verdad?