"¡Coño, este tío ha resucitado!". La bancada socialista se hacía cruces este miércoles. La certera contundencia de Pablo Casado zanjaba unos meses de centralidad delicuescente y se alineaba sin titubeos en la firmeza de sus primeros tiempos al frente de Génova. Ha renacido el Casado de las primarias, el del vibrante discurso al asumir la presidencia del partido, el único que dio la cara en los tiempos más duros del golpe en Cataluña mientras sus compañeros de la Ejecutiva se escondían tras los espesos faldones de Soraya.
"Dimita hoy mismo". "Está usted muerto electoralmente", le espetaba a un Pedro Sánchez esquivo y atribulado por las cifras de los sondeos que se manejan estos días en Moncloa. "El indulto duele, nos está haciendo daño", apuntaba un veterano diputado del PSOE, crítico en privado con la medida y entusiasta defensor de la gracia en público. "Soy como Ábalos, hasta las narices de los separatistas pero hay que tragar, no queda otra".
Ampliar el reproche a la iglesia catalana que mucho tiene de lo primero y muy poco de lo segundo, que pasó de aplaudir a Franco en Montserrat a alinearse con los dinamiteros de la Constitución
Casado ya no traga. La encerrona catalana del Círculo de Economía, una colla de empresarios rastreros y serviles que reptan sin remilgos tras las suelas del poder, le arrebató la paciencia y le enfureció el verbo. Alejado de la pacata oratoria que prodigaba en sus visitas a aquella región, el líder del PP optó esta vez por recurrir a un bofetón muy argumentado en la jeta de su pasmado auditorio. Ni "concordia", ni "reencuentro", ni "convivencia", ni Cristo que lo fundó. Y aprovechó, de paso, el pronunciamiento de las casullas estrelladas para ampliar el reproche a los prelados catalanes que pasaron de aplaudir fervorosamente a Franco en Montserrat a alinearse con los dinamiteros de la Constitución.
El líder del PP se encuentra en avanzado estado de ayusismo. Ha cambiado el estilo. Se ha desembarazado de cuanto suene a flojera, a tibieza, a zigzagueo estéril y ha optado por la respuesta directa y contundente que los tiempos reclaman. Aupado por una olea demoscópica que le jalea y anima, impulsado por la decrepitud imparable de Ciudadanos, se afana ahora en ahormar y consolidar la cohesión del amplio espectro del centroderecha nacional.
El enigma Puigdemont, ese atrabiliario semoviente que habita desde hace cuatro años en Waterloo, puede derivar en tempestad y aún en terremoto. Y entonces, se acabaron Aragonés y el sanchismo
El cimbronazo madrileño del 4-M lo ha cambiado todo. Se perciben vientos de cambio y ambiente de mudanza. Sánchez ha cometido un severo error con los indultos, que se suman a las pifias de Illa en Cataluña, la torpe maniobra murciana y el ridículo con Biden. Demasiados desbarres que la factoría de ficción de Iván Redondo intenta camuflar con el baile de las mascarillas, el público en los estadios y la tramposa bajada del recibo de la luz. Estudian también sortear un dentista. O algo así. Todo es poco para tapar la infamia del Liceo, la vileza grabada en el BOE, la humillación al Supremo, el sopapo al Rey. Es consciente Casado de que Sánchez cuenta con ERC para blindar su mayoría parlamentaria durante dos años, salvo que la situación se torne ríspida en el imprevisible frente catalán. El enigma Puigdemont, ese atrabiliario semoviente que habita desde hace cuatro años en Waterloo, puede derivar en tempestad y aun en terremoto. Y entonces, se acabó Aragonés y se esfumó la tranquilidad en Moncloa.
Casado ha salido de su letargo y exhibe una actitud enardecida. En la tribuna parlamentaria, en su partido, en los medios, en los tribunales, en foros diversos, multiplica su presencia y reparte trompadas. Viaja a Bruselas, mantiene encuentros con líderes europeos e intenta, tímidamente, frenar la estrategia de los golpistas de derribar la sentencia del Supremo en Estrasburgo. Una batalla que ya se da por perdida.
Derivó todo ello en el erróneo discurso contra Abascal en aquella infausta y errada moción de censura. La penosa campaña catalana no ayudó tampoco. Hasta que llegó la victoria de Ayuso
Deambuló Casado algún tiempo por el territorio de la indefinición, de la sistemática duda, del recelo como norma, lo que se tradujo en severos reveses electorales, en grietas ostensibles en su organización y en el escepticismo incontenible entre sus filas. "Uno de los inconvenientes de nuestra condición mortal es el amor a los propios errores", advertía San Agustín. Derivó todo ello en el erróneo discurso contra Abascal en aquella infausta moción de censura. La penosa campaña electoral catalana (tres escaños) no ayudó tampoco. Hasta que aconteció la victoria de Ayuso, la colosal patada al tablero y la mutación sorprendente, inevitable y oportuna del líder del PP.
Huérfano de asesores brillantes y de consejeros con colmillo, Casado ha asumido su propia estrategia para librar la batalla del bienio negro que le espera. Dos objetivos: Consolidar su liderazgo afinando su espinosa relación con los barones, casi muditos ahora tras la apoteosis de Madrid, y declarar la guerra cultural a la izquierda ultra que ostenta el Gobierno de la Nación. Isabel Díaz Ayuso mostró el camino. Ni una afrenta sin respuesta, ni un ataque sin réplica. Plantar cara en todos los combates, no esquivar las disputas, no achicarse en la pelea, no amohinarse ni taparse, jamás poner la otra mejilla. El momento reclama una oposición inteligente y activa, con proyecto y con propósitos, con voluntad de ganar. Todo ello pasa, indudablemente, por prestar más atención al electorado y al latido social, algo que en Génova se había perdido y que Ayuso predicó con el ejemplo. "Aprieta, Casado", le dicen en la calle, en irónica referencia al cernícalo foquiforme, aquel Torra que jaleaba a los pijo-rastas del adoquín. "Salva a España, presidenta", le dicen a Ayuso a cada paso.
Dado que el enemigo es feroz y desalmado, carece de principios y de escrúpulos, descree de los dictados de la democracia y se maneja en el terreno del cesarismo totalitario, no le conviene al PP adormilarse con los cánticos de los augures. "Nunca aplaces la hora cuando sabes que ya ha llegado" era la conseja recogida por Suetonio. Casado, llegó tu hora. Ahora o nunca.