Mira que en España tenemos órganos y organismos irrelevantes. Unos, porque el paso del tiempo les ha convertido en anacrónicos; otros, porque nacieron ya inservibles, respondiendo exclusivamente al capricho de su creador. En ambos supuestos sería urgente e importante una especie de eutanasia administrativa que acabara con ellos y con su coste. Desearlo es soñar despierto.
Sin embargo, utilizando la misma figura utilizada por nuestro presidente, la medalla de oro a la inutilidad le corresponde a la esotérica Conferencia de Presidentes. No es posible recordar un solo problema de los españoles que haya sido resuelto o encauzado por el citado organismo. Es más, desde que fue creado por Zapatero, ni siquiera se han cumplido sus normas más básicas de funcionamiento interno. Verbigracia, su obligada convocatoria anual.
En esta ocasión, la celebrada el pasado viernes solo ha tenido dos efectos. El primero, constatar una vez más que el sanchismo solo entiende la política como la permanente práctica del marketing. Con Redondo o sin él, cada presencia pública de nuestro hot presidente no es sino mercadotecnia pura. El segundo, que una vez más, el gobierno regional catalán ha despreciado al convocante de la Conferencia, Pedro Sánchez, al conjunto de participantes -el resto de los presidentes autonómicos- y, en definitiva, al Estado.
El hecho diferencial catalán
¿De qué están sirviendo las múltiples y sucesivas cesiones a los secesionistas catalanes? De nada. En concreto, el inaudito diálogo bilateral Gobierno-Generalitat no ha hecho sino reforzar el uso abusivo y discriminador del llamado hecho diferencial catalán, instrumento que sirve (y ha servido) para que los catalanes vengan obteniendo injustificadamente prebendas y caimas a costa del resto de españoles.
Eso sí, cuando alguien cuestiona la existencia de la comisión bilateral en la que, de modo indigno, el Gobierno de la Nación se sienta con los independentistas, el sanchismo responde siempre con enérgicas invocaciones al diálogo, como si éste fuera el bálsamo de Fierabrás que todo lo resuelve. La verdad es que reiterando de forma robótica su vacua invitación al diálogo, Pedro Sánchez parece una imitación humorística de Enrique Pastor, el concejal de juventud y tiempo libre de la serie televisiva ”La que se avecina”.
Los dirigentes regionales catalanes lo tienen muy claro y lo reconocen sin tapujos: de la amnistía a los delincuentes independentistas y de la autodeterminación
Planteada la cuestión con seriedad, en política el diálogo es un instrumento, nunca un fin. Se debe dialogar para alcanzar un objetivo., no para pretender demostrar sin más que uno es dialogante. Esto constituye una estupidez. Con esta premisa, ¿sobre qué se dialoga -o se va a dialogar- en la mesa Gobierno-Generalitat? ¿Qué cuestiones quiere tratar cada parte dialogante? Los dirigentes regionales catalanes lo tienen muy claro y lo reconocen sin tapujos: de la amnistía a los delincuentes independentistas y de la autodeterminación. Los sanchistas no lo dicen y, probablemente, tampoco lo sepan. Para ellos lo único importante es el ¡diálogo, diálogo!, emulando al personaje televisivo.
Es significativo que, de manera menos incisiva, algunos de los propios barones socialistas hayan manifestado su rechazo a la recurrente pleitesía con la que Sánchez cultiva a los secesionistas. García Page lo ha expresado alto y claro, indicando que no es ético premiar con interlocución bilateral a quienes rechazan la cooperación multilateral. Pero, claro, el presidente castellano manchego no es necesario en el Congreso de los Diputados ni para lograr la investidura, ni para aprobar los Presupuestos Generales, ni para prestar su apoyo parlamentario -un día sí, otro también- al Gobierno de coalición. Los independentistas catalanes si lo son. No hay que darle más vueltas, éste y no otro es el único motivo que explica los permanentes honores que reciben de nuestro Presidente.