Opinión

La riqueza de la deuda pública

El nivel de deuda pública en España se situará este año sobre el 118,5 % del PIB, después de crecer más de setenta puntos desde 2008. Aunque por razones obvias

  • Billetes de euro

El nivel de deuda pública en España se situará este año sobre el 118,5 % del PIB, después de crecer más de setenta puntos desde 2008. Aunque por razones obvias las cifras de este año guardan ciertas peculiaridades, al menos en su evolución, es obvio que su crecimiento a largo plazo es preocupante. Para otros países la evolución ha sido muy similar, como es el caso de los Estados Unidos, con cifras casi paralelas.

Solo por esta razón, el debate sobre el nivel de deuda está plenamente justificado ya que no deja de ser un compromiso que obliga a generaciones futuras hacerse cargo de los "excesos" de generaciones presentes. Además, su peso obliga a hacer frente a su servicio, lo que fuerza a los presupuestos de los países a dedicar una parte sustancial de sus recursos a pagar intereses cuando podrían servir para otros usos. La preocupación está buenamente justificada, por estas y más razones.

Sin embargo, el papel que juega la deuda en las economías es mucho más complejo, es más rico, con muchos matices frente al mero hecho de ser eso, simplemente deuda. Existe una visión naif sobre su papel y su naturaleza que nos lleva a debates erróneos. Pero dicha naturaleza, como las funciones que juega en una economía moderna, son más interesantes que la mera hipoteca de recursos futuros por parte de nuestros gobernantes.

David Andolfatto es de esos economistas que hay que leer. No tan solo sus trabajos académicos, sino en particular sus escritos de divulgación. No hace mucho escribió un texto muy interesante sobre el papel de la deuda pública en las economías actuales que, en mi opinión, no tiene desperdicio ni en una sola coma. Algunas de sus ideas os la dejo en los siguientes párrafos.

La deuda emitida por una familia es muy poco líquida, por lo que tiene escaso recorrido más allá del vínculo entre el acreedor y el deudor. La del estado puede venderse y comprarse muy fácilmente

En primer lugar, debemos entender que comparar la deuda del estado con la deuda de otros agentes no tiene en absoluto ningún sentido. Suele ser habitual dicha comparación del estilo "cuando una familia se endeuda y tal y cual y por lo tanto el estado debe hacer igual". Pues no, y esto por varias razones. En primer lugar porque el estado tiene, entiéndanme, vida ilimitada (no he querido decir infinita) y las familias no. Estas últimas, en un momento dado, deben hacer frente al honor de restituir la deuda. El estado puede, simplemente refinanciarla. Y esto introduce mucha diferencia. En segundo lugar, la deuda emitida por una familia es muy poco líquida, por lo que tiene escaso recorrido más allá del vínculo entre el acreedor y el deudor. La del estado puede venderse y comprarse muy fácilmente además de usarse como colateral en mercados secundarios. Esto es básico a la par que importante, pues cuando tienes mercado significa que tienes demanda y, si hay apetito de deuda, la puedes colocar tan fácilmente que incluso puedas hacerlo con descuento a tu favor y durante mucho, mucho tiempo.

Me explico (en realidad lo hace Andolfatto). Todos sabemos que los bancos se endeudan a corto plazo (depósitos) para prestar a largo, como base de una de sus mayores líneas de negocio. El beneficio está en el diferencial de tipos: pagar menos interés por lo que se pide prestado que por lo que se presta. En medio de esta diferencia están primas de riesgo y primas temporales diferentes. Pero asumiendo y diversificando en esas dimensiones, los bancos obtienen sus rentas. El estado hace lo propio. Pide prestado a un interés y "espera" una rentabilidad de la inversión de ese dinero a largo plazo mayor. ¿Cuál es esa rentabilidad? Pues el crecimiento de la economía. Si la economía crece a ritmos superiores a lo que viene a ser el interés que se paga por el stock de deuda, esta será sostenible y, si hay apetito por ella, se cuadra el círculo. Esto es así porque siempre habrá donde colocarla y, además, su precio no se verá debilitado no generando por ello inflación (existe una relación directa entre déficit público, precio de deuda y precio de los bienes).

La deuda pública se ha constituido como una necesidad para mantener liquidez segura por parte de las grandes empresas. Justo cuando buena parte de la deuda corporativa simplemente se volatilizó

Y para cerrar el círculo diseñado para esta lectura de verano nos queda comprender las razones de por qué pueda haber demanda y apetito por la deuda. Ese apetito viene por la misma razón por la que usted tiene una cuenta corriente en el banco -nos cuenta Andolfatto-. La necesidad de estructurar carteras de activos seguras (el banco central garantiza el valor de la deuda) y, a su vez, disponer de liquidez con cierta rentabilidad crea esa demanda. El problema es que las grandes empresas no quieren ni pueden tener sus importantes depósitos en cuentas corrientes, y en buena parte por seguridad (garantías de las cuentas bancarias), por lo que desean tener otros activos seguros, y que además sean líquidos. Y ¿qué mejor que un bono de un país que cumple y para cuyo activo hay un mercado secundario? Durante esta última década, de hecho, y tras la crisis financiera, la deuda pública se ha constituido como una necesidad para mantener liquidez segura por parte de las grandes empresas. Justo cuando buena parte de la deuda corporativa simplemente se volatilizó cuando se perdió la confianza en ella. Así pues, si algo ha mantenido y sostenido la estabilidad financiera durante estos últimos años ha sido la creación de ese activo que necesita la economía y para el que ha habido una gran demanda. Esto explica, por un lado, que haya habido una enorme expansión de la deuda pública y, por el otro, a precios elevados, lo que se corresponde tanto con tipos de interés bajos así como con estabilidad de precios.

Y es que la deuda pública ha adquirido un claro papel monetario. Su alta demanda para mantener seguras bolsas de liquidez, la existencia de potentes mercados secundarios que facilitan su transformación en efectivo y la seguridad de países que difícilmente no harán por desmerecer su compromiso explicarían buena parte de esta tendencia observada y que nos permite ver, de otro modo, esos niveles de deuda. Y del mismo modo que el dinero atesora valor, una deuda pública que, además de ser un activo, hace la función de dinero, hace lo propio.

Sin embargo, y para acabar, todo esto se sostiene bajo unas premisas muy sutiles enmarcadas en la confianza. Es esta la que hace que haya demanda, del mismo modo que usamos dinero emitido por el banco central, porque confiamos en él. Y si deuda es dinero, la premisa es exactamente la misma. Que se absorba la liquidez generada por la emisión de deuda, lo que hace sostenible los balances de bancos centrales y de las corporaciones depende de la confianza. Esta lo es todo y se puede perder. Es como si anduviéramos por un tronco sobre un río de lava. Cualquier paso en falso hará que todo acabe. Por lo tanto, todo lo expuesto no es una patente de corso para aprovecharse y abusar. Pues a largo plazo a los abusones que no tienen nada que ofrecer se les acaba dando la espalda.

Agradezco los comentarios de Kamal Romero, los cuales han sido muy útiles para la realización de este texto.

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