Opinión

El ganadero frustrado del programa de Ana Rosa

Cuando los trabajadores del campo aparecen en los medios para airear su malestar y eso no le perjudica a la izquierda, se habla de la 'España vaciada'. Cuando critican a Pedro Sánchez, se les define como 'trumpistas'

  • Captura de pantalla del magacín que sustituye a El programa de Ana Rosa en verano -

Fue el pasado 20 de marzo, a media mañana, cuando diez hombres se sentaron en un bordillo junto a la celosía del Café Gijón, para comer el bocadillo. Todos los miembros de la cuadrilla vestían chalecos naranjas y acompañaban el almuerzo con vino en bota. A tres o cuatro metros, una señora con abrigo caro y la típica expresión estirada que queda tras abusar de las cirugías estéticas, los miraba de reojo mientras escuchaba los petardos, bocinazos y cánticos de la manifestación del campo en Madrid. Quizás no lo supiera, pero no muy lejos de allí estaba un ganadero extremeño que se ha convertido en uno de los youtubers más famosos de España. Quien le veía, le pedía una foto. No paraba de recibir peticiones.

La izquierda que se llena la boca con la 'España vaciada' y la necesidad de atenderla no acudió a la movilización. El motivo es que sus convocantes eran críticos con el Gobierno. Un periodista de La Vanguardia se sirvió de la fotografía de cuatro hombres, con otros tantos caballos, ataviados con ropa de montería, para afirmar que la marcha había servido para visibilizar la España de Los santos inocentes. La del patrón feroz y los jornaleros sufridores.

Pudiera parecer una boutade lo que escribió ese redactor, pero nada más lejos de la realidad. Esas oraciones forman parte de los pasajes más reflexionados de su catecismo. La actitud de la izquierda que quiere servir de luminaria de la Humanidad siempre ha sido la misma: situar del lado de los excéntricos, de la superchería o de la maldad todo aquello que no entra dentro de sus planes.

Por eso, resulta sencillo deducir la opinión que tendrá toda esta tropa de mentes brillantes sobre el discurso que pronunció el pasado lunes un ganadero gallego, llamado Roberto López, en El programa del verano, que es el espacio que sustituye al magacín de Ana Rosa Quintana durante estas semanas de sopor estival. Al hombre le preguntaron por la situación de su negocio y reconoció que se ve obligado a sacrificar dos vacas al mes ante lo poco que recauda y lo mucho que han subido los costes de producción. Entre otras cosas, por el aumento del precio de la energía y de las materias primas.

Los ganaderos activistas

No era la primera vez que aparecía en la prensa. Hace un tiempo, este 'ganadero activista' se grabó en vídeo para denunciar que en los últimos 30 años, el número de explotaciones de este sector en Galicia se ha reducido desde las 35.000 hasta las 6.000. En el documento audiovisual, explicó que mientras el litro de leche se lo retribuyen a 32 céntimos, él gasta 40 en producirlo.

Detrás de las escaseces de productos que afectan sospechosamente a los supermercados que no gastan dinero en publicitarse en medios, pero de los que todo el mundo habla bien, existe una realidad que se puede palpar y que se encuentra detrás de la reducción de emprendedores en el campo y del vaciamiento del interior. “Al final, me compensa más ser trabajador por cuenta ajena y olvidarme de todo tras hacer mis ocho horas... que esto”, venía a decir Roberto López en otra intervención en el programa.

Cuando una actividad se ve condicionada por la elevada competencia que existe en un mercado globalizado, los dirigentes pueden auxiliarla o hundirla por completo. ¿Qué ha ocurrido en España? A falta de conocimiento exhaustivo del sector, merece la pena escuchar las denuncias de los miles de agricultores, ganaderos, cazadores... que se manifestaron en marzo en Madrid. A los que desacredita la izquierda mesiánica.

En sus pancartas, lamentaban que las leyes sobre el lobo, el jabalí, el tratamiento de purines y derivados hayan afectado de una forma tan profunda a todo el sector primario. También -como dijo este ganadero hace un tiempo- lo han hecho las normas ecologistas que impiden incluso retirar en una zarza en las áreas protegidas. “¿Nadie se pregunta por qué hay incendios en áreas que gestionamos bien durante 2.000 años? Ahora nos dicen estos iluminados que no podemos sembrar aquí o allá (…) o incluso cortar un árbol”, decía López.

Quizás este hombre no lo haya reflexionado. O sí, quién sabe. El caso es que la izquierda siempre ha cometido los mismos errores en nombre del progreso. Ya se escribió en esta tribuna en su día sobre los millones de muertos que generó la matanza de los gorriones que ordenó Mao o sobre el fracaso absoluto en el que derivó la idea de Fidel Castro de generar una 'vaca extraordinaria' que diera leche, carne y tocara la guitarra. Cuando alguien se cree en posesión de la verdad -y esa actitud es propia de los tiranos-, no le hace falta escuchar al pueblo para tomar decisiones, lo que abre la puerta a que se imponga la irracionalidad.

A veces 'España vaciada', a veces 'trumpistas'

Leía hace unos días en El hombre que amaba a los perros que los stalinistas llegaron a porfiar -porque iba en contra del avance- de que los habitantes de Kirguistán adoraran a las piedras. Esos hombres, criados y curtidos en la estepa, donde la nieve cae a chorro y el sol es un bien escaso, observaban las rocas y les atribuían una condición casi espiritual, dado que en su resistencia a los elementos climáticos encontraban un ejemplo de enorme voluntad. ¿Qué había de malo en ello? Lo mismo que en el hecho de que un paisano desbroce el monte de una zona protegida. Absolutamente nada. Pero, por alguna razón, los fundamentalistas del ecologismo han llegado a criminalizar la dehesa.

Cuando los trabajadores del campo aparecen en los medios para airear su malestar y eso no le perjudica a la izquierda -por ejemplo, cuando denuncian el abuso de las grandes superficies-, son escuchados y aplaudidos... y se les prometen soluciones para la 'España vaciada'. Incluso las televisiones pedristas hacen reportajes -como los que filmaron durante la pandemia- en los que se aprecia a jóvenes malasañeros emigrando al campo para vivir una experiencia bucólica y pastoril con internet de banda ancha.

Pero cuando los agricultores y los ganaderos señalan a las políticas progresistas y les culpan de darles la estocada, entonces se tilda ese discurso de trumpista y se alude a las ideas retrógradas de la España profunda y a Los santos inocentes. Es puro sesgo de confirmación... por parte de quienes gobiernan y de quienes se dedican al periodismo de agitprop.

Por eso, el tal Roberto López o esos yotubers que muestran usos y costumbres de la actividad rural y denuncian el ecologismo bobalicón, son tildados de excéntricos o de trumpistas. O de 'joseantonianos'.

Así ocurre en el campo y en la ciudad. ¿Por qué? Porque la izquierda concibe el mundo como un terreno maleable que está lleno de hombres equivocados. Por tanto, re-educables. Lo decía el otro día una señora 'podemita' en el programa de citas de Carlos Sobera. “Hay 47 millones de españoles a los que se puede y se debe moldear”. Cabría sustituir el verbo 'moldear' por 'evangelizar' para aclararse acerca de lo que va todo esto.

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