¿Los finales felices solo suceden en las películas? No siempre, aunque es cierto que en Hollywood saben construir finales especiales. Sin embargo, en la vida real nadie nos asegura un final de película. De hecho, y permítanme que se lo mencione, aunque sea para recordar a la parca, todos estamos condenados, de algún modo u otro, a no tenerlo.
Sin embargo, acostumbramos a pensar que, no sabemos cómo, al final algo pasará que lo arreglará todo. Recuerdo la escena de Shakespeare in Love donde Fennyman le pregunta a un Henslowe atado a una silla y con los pies expuestos a las brasas de su tortura, que le explique qué va a hacer para devolverle el dinero que le ha prestado. El entorno no podría ser más negativo -e imposible mejor traído-, ya que la pandemia (la peste) obligó a cerrar los teatros de inicios del XVII en Londres. La respuesta de Henslowe no pudo ser más optimista: “Nada. Por extraño que parezca, todo saldrá bien”. Desconcertado, Fennyman le pregunta por la razón para tal optimismo, a lo que Henslowe, sin decir más, apunta al misterio como explicación final. A los pocos segundos se oye que la Reina permite la apertura de los teatros, por lo que, como vaticinó Henslowe, todo acababa por arreglarse. De momento.
Pero lo que en esta película resulta un requiebro gracioso de los guionistas, en otras películas dichas sorpresas del guion sobrevienen por otras razones. De repente algo sucede, creando un cambio en la trama tan relevante que la modifica por completo y, en no pocas ocasiones, para lograr in extremis que el final de la historia tenga un halo positivo y optimista que tango nos gusta a la platea.
Todo va a salir bien
Siguiendo con referencias cinematográficas hablemos de Juego de Tronos. Si ha seguido la serie de principio a fin habrá encontrado un cambio de tendencia en las últimas dos o tres temporadas. Hago un pequeño alto en el camino para avisar que hay “spoilers” a lo largo de los siguientes párrafos, no vaya a ser que le destroce los últimos episodios. Pues bien, si ha estado atento a la serie, habrá visto que el desarrollo de la trama, de los actores y su personalidad, de lo que se llama el arco de los mismos, así como el desenlace de los hechos ha seguido en sus primeras dos terceras partes de la serie lo que un buen producto cinematográfico debe mostrar. Buenas direcciones, buenas bandas sonoras y, sobre todo y ante todo, un brillante guion. Estos guiones han construido mediante líneas diferentes una trama sólida, creíble y con estabilidad.
Sin embargo, en las últimas temporadas el guion cayó en la pereza. Parte de la historia se daba por hecho, o simplemente se explicaba por razones aleatorias, sin que la trama fuera construyendo e hilvanando lo que bien estaba ya desarrollado. En pocas palabras, los guionistas cayeron en el mayor pecado en el que no puede pecar quien construye historias: usar y abusar del Deus ex Machina. Abusar del “todo saldrá bien porque un mago lo ha hecho”. Que Aria Stark saliera de la nada en el momento justo para matar al Rey de la noche es, desde luego, muy efectista ya que te hace sobresaltar en ese preciso instante. Pero lo que no es menos cierto es que, a diferencia de lo acostumbrado a lo que estábamos los fans de la serie, cuando lo pensabas resultaba muy decepcionante.
Muchos guiones caen en el recurso del Deus ex Machina, es decir, sin ninguna razón aparente o no aclaradas suceden cosas que resuelven la trama. Como también fan de Star Wars debo confesarles que hay un límite al que uno puede llegar. Expertos cinematográficos nos señalan que, cuando un guionista se apoya en un Deus, lo que está demostrando es que hay cierta pereza mental, que no se quiere elaborar y que, finalmente, se recurre a lo fácil, a lo sencillo, para buscar un desenlace feliz que busca la completa satisfacción del espectador o del lector sin darle la información necesaria para entender qué ha pasado. En pocas palabras, el guionista no siente respeto ni por su producto ni por su “cliente”, abusando de una técnica muy efectista, de fuegos artificiales, pero muy poco honesta.
Es habitual que se lancen mensajes que buscan alentar a la población convenciéndoles de que no hay razón para la preocupación, buscando, como guionistas baratos el efectismo en las propuestas
Y es que, tratando de copiar la ficción (barata) a nuestra vida, observamos que es precisamente esto lo que se nos venden en no pocas ocasiones. Y más si hablamos de ciertos espacios de la política económica. Es habitual que se lancen mensajes que buscan alentar a la población convenciéndoles de que no hay razón para la preocupación, buscando, como guionistas baratos el efectismo en las propuestas. Y cuando algún ministro nos cuenta las verdades, resulta linchado. La historia es desagradable y no la queremos. Y es que siempre es preferible un Deus ex Machina traído de la nada para cambiar la trama de nuestra vida y nuestros problemas.
En tiempos de “ivanes” con más peso que un Consejo de Ministros se da prioridad a los guiones. Quienes representan dichos guiones son antes actores que gestores. Y todo se vende como un buen final feliz de película. Pero, además, buena parte de estos guiones son perezosos, como los de un guionista sin ideas que necesita al mago entre las bambalinas de su historia: “No nos preguntes cómo, pero vas a pagar menos luz que en 2018”; “verás como, bajándote los impuestos, vas a solucionar tus problemas”; “vamos a evitar la especulación en el mercado del alquiler y tendrás tu piso a buen precio”. Pero el cómo se hilvane la trama que nos llevará de forma lógica desde la propuesta a la realidad se obvia. Tanto que en la vida real, por desgracia, no termina de ocurrir. Porque, no nos olvidemos, los finales de películas solo pasan en las películas.