Opinión

La verdadera amenaza para el catalán

El diario catalanista Ara (Ahora) se publica en catalán y en castellano porque si lo hiciera solo en catalán quedaría limitado en número de lectores. Basta acudir a una librería de Barcelona para descubrir la lengua de las publicacion

  • Pintada a favor de la escuela en catalán en Canet de Mar, donde una familia fue acosada por pedir más español -

El diario catalanista Ara (Ahora) se publica en catalán y en castellano porque si lo hiciera solo en catalán quedaría limitado en número de lectores. Basta acudir a una librería de Barcelona para descubrir la lengua de las publicaciones, o leer los periódicos, o navegar por las redes. El español abre puertas y ventanas. El catalán también, pero muchas menos. Para disimular la obligada doble versión catalán-español, añade el Diari otra en inglés por el creciente interés que británicos, norteamericanos, australianos y asiáticos (indios o malayos) muestran afanosamente, como es universalmente conocido, por cuanto sucede en Cataluña.

Un periodista del Diario Ara, Alex Gutiérrez, escribía el pasado 6 de diciembre, día de la Constitución, un artículo de opinión en el que vertía algunos reproches sobre el que yo firmaba en este periódico, “Catalán, lengua impropia”, aparecido tres días antes.

Gutiérrez asegura que yo afirmo que quienes hablan en catalán lo hacen para “tocar las narices”, una interpretación algo distorsionada a las críticas a la prohibición de la enseñanza en castellano en aulas de la Comunidad que yo vertía en este texto, como llevo haciendo hace mucho tiempo. Está claro que la mejor manera de defenderse es desviar el dardo que, yendo hacia la marginación de quienes hablan y quieren hablar castellano, hace diana en quienes hablan y quieren hablar catalán. Es lo que dice el manual del perfecto catalanista, fínjase que las críticas lo son para oscurecer nuestra lengua. Dan por hecho, claro, como tantas otras falsedades, que su lengua propia es solo una, y que castellano no saben ni quieren saber.

Los de arriba, los de abajo

Para desmontar mi desacuerdo con quienes hablan en catalán conscientes de que quienes les escuchan podrían no entenderlos, asegura mi interpelante que los catalanófonos “piden dónde está el lavabo del bar en perfecto castellano si están en Valladolid: lo que está en juego es qué lengua se usa cuando ambos entienden el catalán, pero solo uno lo habla.” Deja entrever que todos los catalanes tienen que entender catalán, que es lo que les ha pasado siempre a los de arriba, interpretan a su antojo cómo sienten los de abajo. En Barcelona los de arriba son la burguesía (Sarrià, por ejemplo, donde el 44% de la población habla catalán) y los de abajo, el pueblo (Nou Barris, 4%).

Lo que parece haberle llegado al alma a Gutiérrez es mi manera de redactar el obligado ambilingüismo de los catalanes cuando digo que “se equivocan quienes dicen que el catalán es su lengua. Es imposible. No hay hablantes de catalán, sino de castellano-catalán o catalán-castellano”. Ante la dificultad para rebatirlo, pues es sabido que el catalán va siempre unido, como uña y carne, a otra lengua, lo despacha con una breve y castiza frase típicamente castellana propia de los jóvenes: “Un día vamos a la deep Osona y me lo cuenta.” Prueba de su hábil conocimiento del castellano es que el catalán no conserva el encanto de “y me lo cuenta” pue se dice: “i m’ho explica”. Pretende Gutiérrez que vaya yo a Osona y descubra cómo el catalán es la única lengua allí que se habla, pero no lamenta el estado de aislamiento en que se encuentran esos hablantes de esa comarca que ignoran el castellano y tienen cerradas buena parte de las puertas del conocimiento.

El galés y el irlandés no la arman parda frente al inglés, sus hablantes están encantados de utilizar las dos. Ni quienes hablan hindi, una de las lenguas del mundo más habladas, se rompen las vestiduras, al contrario

Y lo mejor viene ahora. Critica este columnista ambilingüe, con notable desparpajo, un pulcro principio universal que evoco en mi artículo: “Las lenguas no se aprenden a la fuerza, sino cuando los hablantes se acercan libremente a ellas porque su uso resulta eficaz". Desliza también que eso es “pura doctrina liberal” de quien ostenta una lengua dominante. Y añade, con una profunda confusión en la evolución natural de las lenguas: “Si el inglés amenazara al español, los pies les tocarían el culo (se refiere a los hispanófonos), intentando protegerlo.” Ignora que el inglés amenaza a miles de lenguas en el mundo, y no hay ni una sola persona que se toque las posaderas con las extremidades, muy al contrario. El galés y el irlandés no la arman parda frente al inglés, sus hablantes están encantados de utilizar las dos. Ni quienes hablan hindi, una de las lenguas del mundo más habladas, se rompen las vestiduras, al contrario, se sienten orgullosos de conocer una lengua que les abre las puertas a los estudios universitarios; ni el hebreo, ni el tagalo, ni el árabe, ni el zulú… y muchas más lenguas que tienen al inglés como lengua de apoyo o complemento.

Concluye Gutiérrez que me refiero yo al catalán como de un “ente oscuro, lleno de flexiones esotéricas y no como una lengua hermana del castellano.” Es evidente su interés por confundir mis reflexiones políticas por otras de tipo sociolingüístico, y que no ha leído mis artículos a favor de la lengua catalana, ni aquellos que relacionan el vocabulario de ambas lenguas como los dedicados en la revista Archiletras a organizar las múltiples denominaciones hispano-catalanas de algunos campos léxicos comunes.

Nadie rechaza en Cataluña, amigo Gutiérrez, entender catalán. Son sencillos y humildes catalanes, hablantes monolingües de español, quienes desean que se respete su lengua, cosa que no hacen quienes se comportan como catalanistas integristas talibanes, cuyos argumentos son como los castillos de naipes, se desmoronan al menor soplo.

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