Opinión

Repensar la relación con el Reino Unido

En un entorno geopolítico como el actual, ni Londres ni Bruselas pueden permitirse darse la espalda.

  • Keir Starmer, primer ministro británico -

Hace ya cuatro años de la entrada en vigor del Acuerdo de Comercio y Cooperación que sentó las bases de la nueva relación económica entre la Unión Europea y el Reino Unido tras el Brexit. Desde entonces, muchas de las cosas anunciadas no se han producido, como la avalancha de acuerdos comerciales entre el Reino Unido y el resto del mundo (incluido el supuesto acuerdo de libre comercio con Estados Unidos). Sin embargo, han ocurrido muchas cosas inesperadas, como la invasión de Ucrania por Rusia, la guerra de Gaza, la reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y la polarización de las relaciones entre Occidente y el Sur Global.

En este contexto, desaprovechar la oportunidad de repensar la relación entre la Unión Europea y el Reino Unido sería un grave error. El pasado, pasado está, y resulta evidente que las cuestiones que unen a ambos son infinitamente superiores a las que les separan. En un entorno geopolítico como el actual, ni el Reino Unido ni la Unión Europea pueden permitirse darse la espalda.

Es cierto que la separación ha sido larga y traumática, pero la política está para mirar hacia adelante. El nuevo gobierno británico ya habla abiertamente de una reconfiguración (reset) de las relaciones angloeuropeas, y sería importante afrontar este desafío con un elevado grado de pragmatismo. No tiene sentido, por ejemplo, que el comercio agroalimentario no se facilite considerablemente, teniendo en cuenta las enormes similitudes en materia de seguridad alimentaria. También es posible que haya muchas posibilidades de simplificar y modernizar los controles aduaneros para facilitarle la vida a las PYMEs (con diferencia, las empresas más perjudicadas por el papeleo derivado del Brexit). Evidentemente, lo único que la UE no puede hacer es conceder al Reino Unido privilegios que otros socios europeos como Suiza o Noruega no tienen, pero quizás es la hora de aprovechar la tecnología para establecer un nuevo marco de aduanas electrónicas del que puedan beneficiarse todos.

La cuestión de Gibraltar es otro ámbito en el que la solución está al alcance de la mano con un poco menos de ideología y un poco más de pragmatismo. Por el momento, cualquier planteamiento de plena integración del Reino Unido en el mercado único es un poco prematuro, pero hay mucho margen de mejora de acceso.

La facilitación del comercio puede ser una buena forma de sentar las bases de confianza para pensar en una mayor aproximación en materia de servicios y libre circulación de personas, es decir, un acercamiento al mercado único. Aquí la idea de que el Tribunal de Justicia de la UE debe ser la única forma de solucionar las disputas bilaterales quizás es una postura revisable. Más allá de que no funciona así en el caso de la relación con Suiza, sería bueno repasar la evidencia sobre el número y tipo de conflictos interpretativos sobre legislación europea habidos con socios como Noruega o Liechtenstein. La única línea roja de la Unión Europea debería ser la idea de que la libre prestación de servicios va íntimamente asociada a la libre circulación de personas, y ahí es el Reino Unido el que debería mostrarse un poco más flexible, analizando a su vez en qué medida la pérdida de estudiantes y personal cualificado y no cualificado europeo ha perjudicado su economía. La cuestión de Gibraltar es otro ámbito en el que la solución está al alcance de la mano con un poco menos de ideología y un poco más de pragmatismo. Por el momento, cualquier planteamiento de plena integración del Reino Unido en el mercado único es un poco prematuro, pero hay mucho margen de mejora de acceso.

Por otro lado, la mejora del ámbito regulatorio europeo resulta imprescindible para facilitar un mayor acercamiento al Reino Unido. Parece evidente que el Reino Unido no va a aprovechar su teórica libertad regulatoria para divergir áreas como la de la regulación financiera (donde, a fin de cuentas, la tendencia mundial es a la homogeneización). Por el contrario, en temas novedosos como el de la inteligencia artificial el Reino Unido tiene, por desgracia, buenas razones para no someterse a la regulación europea, ya que esta resulta demasiado limitativa de la innovación. En este caso, quien debe reflexionar (en la línea de lo sugerido por el Informe Draghi) es la propia UE, ya que sin simplificación y flexibilidad regulatoria nunca llegará a estar en la frontera tecnológica. Asimismo, las regulaciones de aspectos como la protección de datos o la diligencia debida en el control de cadenas de suministro tienen que ser razonables o el Reino Unido se verá profundamente desincentivado a buscar acuerdos con la UE.

Aprovechar sinergias

El Reino Unido debe tener claros sus aliados. La posibilidad de que Donald Trump decida perjudicar a sus industrias con un acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y Reino Unido parece hoy muy remota. La supuesta “relación especial” entre ambos países se ve limitada por el extremado proteccionismo estadounidense y las diferencias ideológicas entre sus líderes. No tiene sentido que, en el momento geopolítico actual, la UE y el Reino Unido desaprovechen las sinergias en materia comercial, de seguridad y de defensa, o las coincidencias en cuestiones geopolíticas como la defensa de la OMC o el apoyo a Ucrania solo por la experiencia desagradable del Brexit.

Ojalá que este nuevo año 2025 abra el camino para una mayor amplitud de miras tanto en Londres como en Bruselas. Tanto Europa como el Reino Unido tienen mucho que ganar.

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