De un tiempo a esta parte, Lorca empieza a tener motivos fundados para sonreír. Los estragos del terremoto empiezan a mirarse desde el retrovisor aunque, bien es cierto que, como sostenía certeramente la novelista Robin Hobb; “Una cicatriz nunca llega a ser lo mismo que la verdadera piel, pero la herida deja de sangrar igual”. 

Si se pregunta en la calle por el nombre del río que atraviesa León, pocos acertarían. Sin embargo, si el destino, la vida o un regalo nos permiten dormir en León, no dudes en pedir una habitación del Parador con vistas al río. La 354 es una maravillosa opción, sobre todo en primavera cuando el l río Bernesga baja un tanto cabreado por la fuerza del deshielo.

Para algunos, el doblar la última curva de la carretera que viene desde Puerto Menga (la Venta Rasquilla, para ser más precisos) y ver la puerta al Parador es como llegar a casa. El Parador de Gredos, en Ávila, es un símbolo del turismo de siempre. Hoyos del Espino es un referente del turismo activo y el Valle del Tormes presume de tener algunos de los rincones naturales más bellos. Los años le van dando al entorno una pátina de calidez que se entiende mejor los días que hace mucho, pero mucho, frío.

Hay una broma familiar que hacía que, cada vez que había que ir a pasar una temporada al hospital de turno, que en la familia el ir a abrirnos a lo canal es algo tan normal como el ir al callista, decíamos con cierto eufemismo aquello de “voy a pasar unos días al balneario”. Entiendo que para aprensivos e hipocondríacos, eso de pasar unos días en un hospital y tomarlo como el que se va a tomar las aguas como que les sonará raro, por no decir que algunos estarán tocando madera en estos instantes. Sin embargo hoy quiero recomendarles vivamente que si tienen en mente una escapada de las buenas, de las que merece la pena, se vayan a un hospital.

Hace pocos meses hablaba en Bangkok con un australiano director de uno de los hoteles más importantes de la capital tailandesa. “Cuando viajo por España”, me dijo, “siempre me alojo en los Paradores. Es la mejor manera de vivir la historia. En el mundo hay pocos alojamientos comparables a esos castillos convertidos en hoteles. Tal vez ustedes no los valoren porque siempre los han tenido, pero resultan extraordinarios”.