Los 4.376 habitantes de Beas (Huelva) tienen este día 30 su puesta de largo. Todos y todas tienen un compromiso ineludible. La apertura al público del Belén Viviente más antiguo de Andalucía, que cumple este año su edición número 54. Desde el 30 de noviembre hasta el 1 de enero, el Belén Viviente será la cita que reúne a “todos los hogares” del municipio.
“Aquí no se libra nadie”, explica la Hermana Mayor y coordinadora de la cita este año, Cristina Gutiérrez. El Belén recrea en una nave las escenas con niños caracterizados con mimo, las escenas están diseñadas para ser recorridas a través de un poblado meticulosamente erigido año a año por el vecindario. Es, probablemente, una de las obras colectivas más importantes de la región, y lo es desde hace décadas.
Desde que termina la Romería de la Virgen de los Clarines de Beas en septiembre, todo el pueblo tiene una tarea. Cuando terminan su trabajo, cada tarde, se van a llenar de magia los 3000 metros cuadrados de la nave que acogerá el Belén Viviente. “Por más que lo pienso, no creo que haya ninguna casa que se libre de participar directa o indirectamente en el Belén”, explica la Hermana Mayor.
El esfuerzo en la preparación implica diseñar las escenas del Belén, un inmenso decorado digno de rodaje hollywoodiense, los vestuarios para los 170 niños que participan en dos turnos a diario en el Belén y hasta el avituallamiento para los animales –este año hay patos, ovejas, burros, gallinas y un becerro- que deben acostumbrarse a su nuevo hogar para las semanas de magia.
Se trata de confeccionar un museo vivo en el que los vecinos de Beas recrean oficios y modos de vida históricos, rescatando utensilios y herramientas que han quedado en la memoria e intuyendo y recreando vestimentas de mueso. No hay detalle que falte: artículos y utensilios domésticos, muebles y herramientas para el campo, la recreación cuenta con semanas de dedicación.
El Belén recibe de media unas 20.000 visitas cada navidad. Este año, se harán varios guiños a la provincia de Huelva que quieren mantener en secreto. La cita es un ‘Acontecimiento de Interés Turístico’ y es calificada una de las siete maravillas de la provincia de Huelva.
Lo relevante de este Belén Viviente es el proceso creativo. Cristina Gutiérrez, natural de Beas, es auxiliar de enfermería y tiene 30 años. Siempre aspiró a llevar la voz cantante en la construcción del Belén, “este año tenemos un nuevo puente sobre el lago que nos permite doblar el recorrido, cada vez hay que repensar el diseño porque hay más público”, además, este año tendrán un puente, un barco y nuevo recorrido.
El Belén es el principal reclamo regional para Beas, a media camino entre la Sierra de Aracena y el Andévalo onubense. “No solo es algo de Beas, hay muchas personas que colaboran con nosotros de los pueblos de alrededor”, explica Gutiérrez. Tampoco es algo que se circunscriba a la Hermandad Nuestra Señora de los Clarines –la patrona del pueblo- porque es un ritual cultural que une a la región.
Un paisaje encapsulado
El Belén Viviente, con sus escenas bíblicas y costumbristas, es una experiencia sensorial, no solo para la vista con una escenificación teatral. El Belén tiene muchos colores, pero también olores, “el Belén se te mete por la nariz porque condensa nuestro campo y nuestra sierra”, comparte Gutiérrez.
En la preparación hay un momento de colofón, que es la seudoromería en la que todo el pueblo se echa al monte para recopilar ramas, flores y matojos que adornan el Belén y lo llenan de olor a romero, hinojo, “entrar en el Belén es como una visita al bosque”.
54 ediciones llevan el Belén siendo un punto de encuentro para toda la localidad. La iniciativa nació el 10 de octubre de 1970, cuando se quiso unificar el belenismo y la competencia que había entre vecinos en una única propuesta. La idea de recrear belenes con personas reales no es algo exclusivo de los beasinos.
De hecho, el año pasado, el Belén de Beas homenajeó al pionero de esta iniciativa con más de 8 siglos. El primer Belén viviente se atribuye a San Francisco de Asís en la nochebuena de 1223, cuando colocó en un pesebre una imagen del niño Jesús y un buey y una mula vivos. Con posterioridad, fue el ilustrado Carlos III quién trajo la tradición del Belén a España.
Así que en 1970, en Beas decidieron recuperar la idea de que los protagonistas fuesen los propios niños del pueblo para que diesen vida a los personajes y figuras de estos nacimientos. Aquel primer Belén se realizó en la casa de Josefa Dolores Ramírez, con gran éxito, llegando a recibir 2.500 visitantes y hasta el 20 de enero.
En los años siguientes, el Belén cambió de ubicación y concepto. Inicialmente en casas particulares, hasta que en 1976 se trasladó a la bodega de los hermanos Botello, donde se incorporaron nuevos elementos como una almazara, atrayendo a más de 10.000 visitantes ese año. Ya en 1984 la Hermandad logró construir la actual nave que dispone de 3.000 m2.