Se estima que en el mundo hay unas 8 millones de especies de animales y vegetales. Son, hasta cierto punto, como las palabras. Unas son raras. Algunas muy viejas. Otras son muy comunes y abundantes. Existen especies que, como si de un neologismo innecesario se tratara, invaden y sustituyen a las nativas. Hay otras que parecen sinónimas, ya que sirven para lo mismo dentro del ecosistema. Las hay de muchos tipos, pero ¿las necesitamos a todas?
Inmersos como estamos en una extinción masiva (se estima que perderemos hasta 1 millón de especies durante este siglo), desde Lleida hemos emprendido una cruzada para cuantificar los beneficios de la biodiversidad. Y para preservarla.
Hemos creado una red de parcelas, que van desde el Moncayo hasta el Norte de Suecia, donde medimos de forma automática el crecimiento de los bosques mixtos. Con esta red estamos estudiando los posibles cambios en la distribución de especies forestales.
Estos datos nos permiten, por un lado, comprender mejor los mecanismos que explican los desplazamientos y las migraciones de las especies a raíz el cambio climático. Por otro lado, nos sirven para introducirlos en los modelos de distribución de especies. Así podremos simular el comportamiento de todos y cada uno de los árboles europeos bajo diferentes escenarios de cambio climático.
Pero no se queda solo ahí. También aportamos datos a la principal red mundial de diversidad funcional. Contribuimos con información importante para entender la función de todas y cada una de las especies que hay en la Tierra.
¿Cuánto CO₂ absorben nuestros bosques?
Los bosques nos protegen del cambio climático. El 30 % de todas las emisiones de gases con efecto invernadero son eliminadas por los vegetales que habitan los montes. Dicho de otra forma, si no hubiera bosques, las concentraciones de CO₂ atmosféricas serían mucho más elevadas que en la actualidad, por lo que el calentamiento global se intensificaría.
Y aún hay más: los bosques también alteran el balance energético y producen enfriamiento. Todos hemos experimentado cómo la temperatura baja al adentrarnos en un terreno arbolado. Las plantas usan la radiación solar para la fotosíntesis y para la transpiración, de forma que queda menos radiación disponible para calentar el ambiente. Es por ello que los bosques disminuyen la temperatura.
Se estima que la deforestación aumenta la temperatura hasta 1,5 ℃ solo por este efecto. No es un asunto baladí. Si alcanzamos los objetivos establecidos en el Acuerdo de París de limitar la subida de temperaturas a 2 ℃, el aumento sería en realidad de unos 3℃ en el Mediterráneo. El incremento de 2 ℃ es el calentamiento medio del planeta, pero unas zonas se calientan más que otras. Si a estos 3℃, le añadimos 1,5℃ por la deforestación, la temperatura aumentaría 4,5℃ en la región mediterránea.
¿Cómo conocemos estas cifras? Porque medimos el intercambio de flujos de CO₂, agua y energía entre los bosques y la atmósfera a través de unos sistemas de sensores conocidos como “torres de flujos”.
En el mundo hay unas dos mil torres que forman una red internacional a las que nosotros aportamos cuatro. Combinando los datos de todas las torres, y con ayuda de las matemáticas y los satélites, somos capaces de modelizar el comportamiento de los bosques en todo el mundo.
¿Dónde se producirá el próximo incendio?
Cada año se queman unos 3 500 kilómetros cuadrados en el mundo. Una superficie que equivale a la de toda la India. Hay además una gran variedad de incendios. Unos que avanzan por la superficie del suelo, otros que suben hasta las copas… los hay, incluso, que queman los materiales por debajo del suelo.
Generalmente, las observaciones por satélite son capaces de detectar un incendio cuando se produce. Sin embargo, predecir dónde va a ocurrir el próximo incendio es mucho más complicado.
En España, al igual que en muchos otros países del mundo, estamos usando un índice de riesgo que fue desarrollado en Canadá hace 40 años. Pero nuestros bosques son muy diferentes de los boreales, por lo que conviene desarrollar métodos alternativos para predecir el riesgo de incendios.
Nuestra aproximación se basa en calcular el estado del combustible a partir de predicciones meteorológicas y ha sido probada con éxito en sitios como Australia, California o Portugal. Los bomberos forestales de Nueva Gales del Sur usan nuestro método de predicción de humedad de combustible rutinariamente.
En resumen, desde Lleida hemos desarrollado, o ayudado a desarrollar, diversas redes internacionales de monitorización y de seguimiento. Con ello buscamos mejorar el conocimiento sobre los diferentes bosques, así como ayudar a su preservación y uso sostenible.
Utilizando esta información, la modelización matemática y los datos por satélite somos capaces de conocer el estado de todos los bosques del mundo. ¿Creía que todos los forestales llevan camisa de cuadros y van con hachas? Bienvenido al mundo forestal 2.0.
Víctor Resco de Dios, Profesor de Incendios Forestales y Cambio Global, Universitat de Lleida
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.