En pleno verano llegó al hotel The Pavillions Guillermina. Este es el nombre de su nuevo restaurante en el que su chef, Guillermo Salazar, propone una oferta cosmopolita en la que fusiona la cocina mediterránea con otras cocinas del mundo.
En un espacio luminoso y confortable diseñado por el estudio Marincola y adornado por obras del galerista Álvaro Alcázar -aunque las obras pictóricas irán cambiando- Guillermina presenta una oferta atractiva tanto para los turistas que se alojan en el propio hotel como para los madrileños. El patio del hotel ha sido acondicionado con techo retráctil y decoración vegetal, convirtiendo el restaurante en un oasis a dos minutos de la bulliciosa plaza de Colón.
En la carta de Guillermina numerosas opciones dirigidas en su gran mayoría a ser compartidas. Clásicos españoles como el jamón ibérico de Guijuelo, las anchoas de Santoña o los mejillones en escabeche que se salpican con toques de fusión creando nuevos platos. Reseñable la ensaladilla rusa de centollo que se sirve en el propio caparazón.
De igual forma, la carta dispone de una sección de Raw Bar, tan frecuente en restaurantes neoyorquinos. En la misma es posible optar por un convincente tiradito de corvina, por ostras Gillardeu al natural o con aderezo francés o por el socorrido steak tartare de solomillo.
Entre los principales la línea se mantiene. El salmón se cocina glaseándolo en una reducción de sidra, la lubina se sirve con curry de calabaza sobre una base de col, el pollo viene acompañado de hummus, quinoa y verduras y el lomo bajo de ternera con puré de apio y trufa. Por fusión que no quede.
Si son como yo chocolateros, el postre de chocolate con toffee salado y aceite de oliva es imprescindible.
