Hans Christian Andersen, el autor de cuentos como 'La Sirenita' o 'El patito feo' se maravilló al desembarcar en Málaga y descubrir una infinidad de barcos con bandera danesa. Aquella familiaridad y sentido hogareño no casaban con el sol que brillaba al borde del mediterráneo.
Málaga lleva 4 siglos siendo prácticamente una provincia danesa, los confirma la publicación de ‘De mercaderes a diplomáticos: 400 años de relaciones consulares entre Dinamarca y Andalucía', escrito por Susan Kirstein, miembro de la familia consular danesa de Andalucía. Hija de padre danés y madre española, Kristen es otra danesa más que se ha criado en Málaga. La provincia que con la colonia más grande de daneses fuera de Dinamarca.
“Somos 35.000 daneses los que vivimos aquí regularmente, una barbaridad”, cuenta Kirstein, quien lleva meses buceando en archivos historiográficos escritos en latín y danés gótico sobre las relaciones inicialmente comerciales y de cooperación entre Dinamarca y España.
Gracias a sus pesquisas, ha datado el inicio oficial del que se confirma como el consulado más antiguo en España -y el más importante de Dinamarca- el 7 de noviembre de 1623, pero Kirstein ha rastreado las relaciones oficiales con delegaciones anuales y relaciones de política matrimonial desde los Reyes Católicos. Mucho antes, los vikingos llegaron hasta el Guadalquivir y las costas malagueñas en busca de ámbar, piedra que condensaba en su interior el sol sureño a ojos vikingos.
Flujo comercial centenario: ambar, sal y mares abiertos
La relación actual la define la colonia de residentes, pero también el turismo. Un jubilado medio danés recibe una pensión de 3.000 euros y Málaga es el destino predilecto para un 30% de los encuestados daneses, detallan desde el consulado. De media, hay 2,3 millones de viajes en avión registrados anualmente en un país con cerca de seis millones de habitantes.
Además, Andalucía se ha convertido en un enclave estratégico para el fortalecimiento de las relaciones empresariales y culturales, “hemos compartido valores, cooperación y amistad. Málaga ha sido, y sigue siendo, una puerta de entrada para Dinamarca en el sur de España”, ha dicho el embajador danés en el acto de celebración de los 4 siglos, Michael Braad.
La relación centenaria tiene en Málaga un eco que va desde la presencia del Andersen literato, pero también a la creación de espacios y símbolos malagueños creados por comerciantes daneses, como la primera escuela para mujeres como el Liceo de Málaga o un pionero Museo de la Ciencia, con figuras de relevancia en su momento como Enrique Scholtz Caravaca.
Para que todo esto haya perdurado han hecho falta materias primas que alimenten y justifiquen la interacción entre pueblos tan distantes como estrechamente avenidos. Para Dinamarca, un país pesquero, la sal que se obtenía con suma facilidad en Andalucía era un bien esencial.
Para la Corona española, la prioridad era la madera y la necesidad tenía que ver con la necesidad de desarrollar una marina más robusta que diera ventajas en la carrera de las Indias. Si de España salía ámbar, sal, vino, pasas o fruta, de Dinamarca llegaba brea, madera y velas... “todo el material y el saber náutico, que en los mares del norte era más habitual”, explica Kirstein.
El consulado danés se ha visto atrapado en situaciones históricas sobrevenidas, como la lucha contra la piratería, la indefensión en las guerras napoleónicas o los ataques reiterados de los submarinos alemanes ya en el siglo XX, boicoteando la actividad comercial de dos países neutrales como Dinamarca y España.
La guerra más larga –y absurda- de España
Pero, sin duda, el episodio más convulso llevó incluso a un conflicto abierto que se ha prolongado hasta hace pocas décadas, hasta 1981, entendiendo “conflicto abierto” como pura ironía. Este episodio tiene también a este consulado como protagonista en el contexto de las invasiones napoleónicas. Dinamarca fue un enemigo declarado por regiones que estaban bajo el área de influencia del Consulado cuando España se liberó del gobierno de Napoleón Bonaparte.
En concreto, la localidad granadina de Huéscar había declarado la guerra a Dinamarca. Cuando cesó la invasión napoleónica, aquella enemistad poco trascendente -quizás demasiado periférica- ni siquiera se cerró. Fue ya en el siglo XX cuando un historiador descubrió que, sobre el papel, Huéscar aún estaba en guerra con Dinamarca, nadie se había molestado en declarar la paz. La situación se solventó por la vía del festejo, el hermanamiento y el vino con un acto de fin de guerra en 1891. Todo, bajo la sorprendida mirada del consulado danés, que sin comerlo ni beberlo, se vio envuelto en una contienda infinita en pleno siglo XX.
El último capítulo fundamental de este matrimonio histórico entre Dinamarca y Andalucía llega a partir de los años 60. La Costa del Sol y la clase media danesa que recupera poder adquisitivo tras la IIGM son un binomio perfecto. “Los daneses ampliaron horizontes, antes solo viajaban a Noruega, al norte, cuando descubrieron Málaga fue una sensación”, cuenta Kirstein, que ha documentado el desarrollo de gigantes del sector turismo que conectaron oferta y demanda.
“Hubo mucho de innovación, hubo actores pioneros como Somos Spies, que ideó el sistema de los vuelos chárter a un aeropuerto con posibilidades”, explica la autoría. Otro actor fue el turoperador Tjaereborg , que perfeccionó el sistema hoy natural de vuelo y hotel con un novedoso catálogo de viajes “al estilo Ikea que revolucionó la demanda de los viajeros” ya en los 70. Tjaereborg fue responsable de los primeros rascacielos hoteles que empezaron a configurar el nuevo paisaje malagueño. Desde el ámbar de los vikingos al rascacielos Stella Polaris, mucha tela que cortar y contar desde Málaga a Dinamarca.
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