Pedro Sánchez es un político que muestra sin temor sus obsesiones. Es más, hace especial hincapié en ellas. Y la principal, tras la preocupación por el panorama judicial de su entorno más cercano, se llama Madrid. Por varias razones.
Además de haber nacido en la capital e iniciar sus primeros pasos en la política en el Ayuntamiento, Sánchez no concibe que, en toda su etapa como secretario general del PSOE no haya podido lograr acceder al poder una persona de su confianza.
Solo hay que comprobar la maquinaria que lleva poniendo en marcha los últimos cinco años, desde la llegada de Isabel Díaz Ayuso a Sol, para corroborar cómo lidia con sus rivales políticos. La declaración de Juan Lobato, último 'cadáver' político del PSM, fruto de su visita al notario para protegerse de la presunta filtración de la Fiscalía con el correo de González Amador, es la punta de un iceberg que amenaza con hundir el barco.
Tanto estos wasaps como las actas notariales, a las que ha tenido acceso Vozpópuli, demuestran que la jefa de gabinete de Óscar López, le remitió este documento y que el exdirigente socialista se negó a publicarlo si no estaba en prensa, ante el temor de que pudiera cometer un delito revelándolo.
Un inicio de 'rebote' en el Ayuntamiento
Sánchez, miembro del PSOE desde bien temprano, concurrió en el puesto número 23 de las listas lideradas por Trinidad Jiménez. Pese a las presiones (las mismas que ahora ejerce él), no subió un peldaño más, quedándose fuera del Consistorio tras conseguir el PSOE solo 21 escaños.
Terminó entrando en 2004, cuando la concejala Elena Arnedo dejó su acta. Parte fundamental de la labor de oposición socialista al Gobierno del PP, siguió en el Ayuntamiento hasta 2009. Cinco años sin dejar huella, aunque con buenas formas y un respeto que, en líneas generales, cuajó entre los políticos que le recuerdan.
Figura 'mimada' por la dirección del partido, se presentó en las listas de las generales de 2008, pero su circunscripción no sacó los votos suficientes. Dejó el Ayuntamiento para ocupar, otra vez, la plaza que alguien había dejado vacante, esta vez en el Congreso de los Diputados. Pedro Solbes se marchaba y él entraba para seguir hasta el día de hoy, con la excepción de su renuncia en 2016.
Una 'espinita' clavada con Madrid
Al margen de su fobia política a Ayuso, la injerencia de Sánchez en el PSM ha sido el pan de cada día. Juan Lobato no es más que una versión renovada de los defenestrados Tomás Gómez y José Manuel Franco. Mientras tanto, y siempre que ha podido, ha situado en la órbita de la dirección regional a sus correligionarios más fieles.
Los resultados, eso sí, han sido desastrosos. Desde 2014, año en que sucedió a Alfredo Pérez Rubalcaba a los mandos de la secretaría general, la terna de candidatos ha sido de estudio. En el Ayuntamiento de Madrid han fracasado electoralmente Antonio Miguel Carmona (2015), 'Pepu' Hernández (2019) y Reyes Maroto (2023).
En la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo en tres ocasiones (2015, 2019 y 2021) y Juan Lobato (2023) han claudicado ante el PP. De todos estos intentos de Sánchez por gobernar en la capital, solo Gabilondo en 2019 estuvo cerca. Ganador de los comicios, el conteo final de votos declinó la llegada de Ayuso. Bueno, añadir que los votos de Carmona sirvieron para aupar a Manuela Carmena.
Dinamitador de proyectos, el PSM es el gran 'debe' en su carrera política. La salida forzosa de Lobato es el mejor ejemplo de ello, aunque quién sabe si su móvil, que voluntariamente ha entregado al Supremo, se llevará por los aires a su candidato, Óscar López, entonces jefe de gabinete cuando se produjo la filtración del correo. Treinta años de desierto (y los que quedan) en el PSM.