Un discurso miedoso, complaciente con el Gobierno y enriquecedor del populismo
Quien acaba de inventariar los problemas que afligen al país no es ya un Rey ornamental, depauperado y consumido por los escándalos, sino un joven jefe de Estado que empieza a rendir cuentas y busca legitimarse ante una España en fase volcánica. Lo ha hecho con un discurso poco arriesgado y demasiado complaciente con el Gobierno que puede acabar enriqueciendo los atrezzos divinos del populismo.