Aparece en portadas de revista impecablemente trajeado y limpiando con mimo una pelota manchada de barro. No hay mejor metáfora para definir a Diego Latorre (Buenos Aires, 1969), cuya finura en la cancha se ha trasladado ahora al micrófono. En España, el gran público le recuerda con la zamarra del Salamanca o, la mayoría, con la de aquel Tenerife de Valdano y Cappa; en Argentina, es quizá el comentarista futbolístico de más prestigio. Para muchos, el mejor lector de partidos de Sudamérica. Epicúreo del balón, nos aprovechamos de su talento y su tino para desmenuzar en una charla sosegada un Mundial de Clubes en el que todos esperan un Barça-River como último acto de la obra.