Hace cinco años, el empresario del sector turístico Miguel Fluxá, dueño de Iberostar, apostó firmemente por ACS con la compra de un paquete del 5% y fue secundado por otros inversores VIP al calor de la insistencia del presidente de la constructora, Florentino Pérez, en la conveniencia de hacerlo. Transcurrido del tiempo, cuando los créditos bancarios para hacer frente a las inversiones comienzan a vencer, el precio de los títulos acumula un descenso cercano al 60% e Iberostar cuenta con minusvalías latentes superiores a los 400 millones de euros. La decisión de pagar el dividendo en acciones ha sido la gota que ha colmado el vaso.